Los panameños vibramos de emoción cuando se acerca noviembre, mes que pomposamente consideramos“ de la patria”.
En noviembre la nación tradicionalmente vibra de aires marciales y con la sonoridad que la ocasión amerita cantamos nuestro himno reafirmando que “alcanzamos por fin la victoria”.
Pero este mes de noviembre, que debe ser esplendoroso, estará opacado por protestas que emergen como consecuencia de resentimientos y decepciones acumuladas, contra los administradores del Estado que incumplieron la misión encomendada y distorsionaron el remoquete de “buen gobierno” con insolentes falacias.
Los administradores del Estado que deben celebrar sus últimas efemérides patrias con efusivos tronar de tambores, sonar de clarines y despliegue de fuegos artificiales, están finalizando su jornada con agrios pesares.
Fastidios y resentimientos unieron a todas las razas y estratos sociales que protestan contra la administración estatal que con acciones irredentas ultrajan la majestuosidad de la patria.
En vez de esplendoroso, noviembre será un mes oscurecido, intoxicado de protestas, de anhelos frustrados.
No repicaron los tambores con tonadas marciales características; débil será el sonar de clarines, ni veremos aquellos pasos redoblados sobre los adoquines de “la muy nombre y muy leal ciudad de Panamá”.
Las protestas opacaron ilusiones; la nación se entristece y en vez entonar vibrantes el himno nacional,prevalece el lamentable susurro porque con la obstinación de los administradores estatales se intenta sepultar el fervor patriótico.
Pobre país. El gobierno en vez de edificar un altar, fabricó con cedro amargo, un féretro para sepultar nuestro patriotismo.