Sin trascendencia extraordinaria, el señor presidente de la república, pronunció ayer en la Cámara Legislativa, un discurso para informar sobre las gestiones realizadas en el último período de su administración que gradualmente se desvanece.
Las palabras del señor presidente no causaron ningún efecto en la opinión público en comparación con otros mandatarios que cuando se dirigían a la nación, clavaban en la mente y el corazón del pueblo esperanzas que hacían vibrar de emoción.
Insípidas fueron las palabras de aquel que hace cinco años llegó proclamándose primer obrero del país y prometiendo mejores días. Falló en realizaciones y decepcionó a sus electores.
Dentro ocho meses el señor presidente de la república y su séquito abandonarán la administración del Estado después que el pueblo, ansiando mejores días, elija el 5 de mayo, gobernantes que no sean un fiasco político y ofrezcan mejores condiciones sociales y económicas.
No olvidemos que para reemplazar a los actuales administraciones del Estado, tendremos que recurrir a las urnas y, mientras se aproxima el 5 de mayo, se acrecienta la sed de reivindicaciones de un pueblo desesperado que no aguanta tanta desfachatez y ansía la oportunidad para sepultar con una avalancha de votos a quienes, ostentando el poder, no hicieron nada significativo para sacarnos de la miserable situación que nos agobia.