Se define la solidaridad como la adhesión o apoyo incondicionales a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles. Y podría parecer que Panamá es un país de gente solidaria, pero esa primera impresión es mentira, porque aquí presumimos del ‘¡Pobrecito!’, (pónganle el tonito de compasión falsa que todos asociamos con esa palabra), pero adolecemos del temple para ser realmente solidarios. En nuestro país, aunque parezca lo contrario, de egoísmo vamos bien surtidos.
Egoístas son, por ejemplo los que trabajan en la Caja del Seguro Social de Clayton quienes, a su hora de salida hacen caso omiso de la señal de alto, roja y enhiesta, que se encuentra a mano derecha justo al final de la calle de incorporación a la vía principal y que, muy campantes deciden tener derecho a salir, por sus cojones morenos. Porque sí. Porque se lo merecen.
Egoístas los que se tiran por el hombro y cuando se les cierra la espita de la vía expedita (¡qué bonita aliteración en pe y te me ha salido!, ¿no creen?) creen tener a Papa Dios agarrado por los huevos y exigen con desparpajo que los que llevamos horas mamándonos el tranque en nuestro carril, como debe ser, les demos paso. Porque sí. Porque se lo merecen.
Egoístas son los que habiendo llegado a su cargo, aparejado con prebendas y mamandurrias, se asombran de que se les confronte su descaro y sus subidas de sueldo presentadas y aprobadas entre ellos mismos como paja comunal, cuando el resto del país, que les paga esos mismos sueldos, se defiende como gato patas para arriba de la debacle financiera. Ellos quieren seguir pelenchando. Porque sí. Porque así son las cosas y si los anteriores sí, ¿por qué ellos no? Ya sabemos que cuando el villano está en el mulo, no conoce a Dios ni al mundo.
Egoístas y pagados de sí mismos, vejigas llenas de humo que hacen como que se indignan cuando sale en las noticias la imagen del periplo diario que miles de niños deben recorrer para ir a la escuela, con monstruos que los acechan a la vera del camino para meterlos a la fuerza en carros, con cabezas de agua, escorrentías y árboles que se caen, ¡qué terrible!, pero apenas unos días más tarde se indignan porque su hijo va a perder un parcial por la alerta de mal tiempo, ¡si en su barrio cercado y con garita hace un sol del carajo!
Egoístas todos los que acceden, aceptan o miran para otro lado por no tener los redaños de sostenella y no enmendalla. Egoístas y cobardes los que apelan a la solidaridad ajena para con ellos para no tener que ejercer la propia para con otros.
El egoísmo campa a sus anchas por Panamá,
El egoísmo, en nuestro país, suele ser una retorcida forma de soberbia, aquella en la que los hipócritas, sepulcros blanqueados, se tratan de camuflar entre la plebe para que todos aceptemos su desmanes considerándose ellos, de labios adentro, eso sí, mejores y merecedores de más derechos que los otros.
Para terminar solo quiero dejar esto por aquí, para ustedes, los que se dan golpes de pecho y no dejan caer el nombre de su dios de los labios, el teólogo Jonathan Edwards dijo: «Recuerda que la soberbia es la peor víbora que puede haber en el corazón, el mayor perturbador de la paz del alma y de la dulce comunión con Cristo. Fue el primer pecado y está en los cimientos de la casa de Satán. Es el pecado más difícil de arrancar ya que es el pecado que mejor se esconde. Muy a menudo e inconscientemente entra (…) bajo el disfraz de falsa humildad».