Yo soy muy literal. A veces. Bueno, la mayor parte de las veces. Y cuando aprendo algo que me parece lógico me lo grabo a fuego y no se me olvida nunca jamás de los jamases. A ver, tiene que parecerme lógico y útil, como la lista de las preposiciones, si no le encuentro razón de ser, mi cerebro no lo procesa de ninguna de las maneras, como la raíz cuadrada.
La cosa es que a mí me enseñaron que los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren. En estas características básicas no me enseñaron qué tipo de vida debía tener cada uno de los seres vivos para poder ser considerados así, es decir, vive lo mismo un pez que un nematodo y para mí está igualmente vivo un elefante que una almeja. Y sí, por mucho asco que les tenga, las cucarachas son tan seres vivos como los orangutanes.
Una vez dicho esto, puedo afirmar que para mí un nematelminto y un ser humano están exactamente en el mismo nivel de importancia. ¿Que no entiendo la clase de vida que tiene el gusarapillo ese allí escurriéndose entre el lodo haciendo sus cosas de gusano? Tampoco entiendo la vida que anima a los que manejan por el hombro y tratan de colarse en la fila de huevo a pelota y no por eso los considero menos seres vivos.
¿A qué viene esto ahora? Pues a que las plantas son seres vivos, nacen, crecen, se reproducen y mueren. Ups, lo siento. Sí, siento si he conseguido que alguno de ustedes caiga en cuenta de esto en este preciso instante, pero las cosas son como son. Que a ti la savia no te parezca sangre… bueno, los cangrejos herradura tienen la sangre azul celeste y ahí están, con su sangre rica en cobre y sin que nadie dude de que tienen sensaciones y sentimientos; si es por el color rojo, pues ahí podemos ver, en Achotines cerca de Pedasí y en los bosques de Chame cerca de la carretera que sube hacia Sorá y Altos de María, varios ejemplares de Pterocarpus acapulcensis, sangrando rojo como mismo animal.
¿Qué adónde quiero llegar? A que leo últimamente publicaciones de aquellos que, nuevos conversos y como tales fanáticos convencidos, afirmando que las plantas no sienten. Y recuerdo haber leído yo, mona con el trasero bien pelado, cómo hace un par de siglos se afirmaba lo mismo de los animales para justificar nuestro uso y abuso de ellos, e incluso se afirmaban cosas parecidas de los negros y de los indígenas para tranquilizar conciencias y bolsillos esclavistas.
¿Que qué quiero decir? Pues que yo, (ojo, yo misma conmigo misma, luego cada uno puede creer lo que le dé la gana o su conciencia le permita), yo creo que todos los seres vivos sienten y sufren. Se alegran, se amustian y forman parte de un ciclo. Por lo tanto, para mí, (¡hey!, para mí, señores, que no me gusta hacer proselitismo y que cada uno tiene que ser consecuente con sus elecciones vitales), es exactamente lo mismo comerme una lechuga que un cerdo.
Y sí, amo a mis perras y me como a los terneros, igual que ustedes comen rábanos y no cardos borriqueros.
La vida es un círculo, a ver si vamos entendiendo eso, todos nos devoramos los unos a los otros de una u otra forma. Cuando yo muera quiero que Agni me devore porque nacemos para eso: para morir y ser engullidos, deglutidos y digeridos. Y excretados. Para que nos caguen, servir de abono y volver a comenzar.
Comamos carne o no, terminaremos siendo mierda.