Para garantizar el sistema democrático las estructuras que de ella emanan, debe preservarse sin manchas ni alternaciones, el sistema jurídico de tal forma que se garantice que ante los tribunales no habrá favoritismos y cada ciudadano puede estar seguro que las decisiones se respetarán recibiremos las garantías que nos corresponde.
Pero cuando se percibe que hay favoritismo para beneficiar a unos y perjudicar a otros, el estado de ánimo los ciudadanos se altera y como consecuencia de brotan incidentes violentos cuyas repercusiones no se pueden precisar.
Las campañas políticas deben ceñirse a lo que establecen los conceptos jurídicos, por lo tanto, trata de distorsionar las leyes para truncar aspiraciones y favorecer a otros, son acciones que tienden a fomentar el encono que podría, sin no se detiene a tiempo, exacerbar los sentimientos para desembocar en acciones violentas que a nadie favorece.
Al destaponarse el grifo de la actividad política, están saliendo a relucir hechos que podrían convertirse en detonantes para encender la agresividad de una nación que ha estado soportando toda clase de inconvenientes por la proliferación de mentiras, instigaciones al relajo, distorsiones a la verdad y todo tipo de actividades malsanas, intentando desacreditar a unos para favorecer aquellos que el pueblo repulsa pero, a pesar de todo, hacen esfuerzos inimaginables para aferrarse a los beneficios gubernamentales.
El sistema judicial debe preservarse y, por ningún motivo, alterado para falsificar casos con el afán perverso de dejar fuera de la carrera política a quienes gozan de simpatías y que el pueblo a través del voto, designe a los gobernantes que expulsarán a los que profanan la sagrada administración del Estado.