Hay ocasiones que los panameños demostramos tener una pésima mentalidad de aldeanos y lo demostramos festinando con heridas morales que afectan a una persona o tomamos un tema social para alegremente bochinchear sin perdonar agravios.
Hemos convertido un bochornoso incidente en comidilla vernacular, agrandándolo con la infeliz divulgación desatada a través de medios de comunicación social.
Un incidente bochornoso, cuyo origen y hecho no ha sido aclarado, afecta sicológicamente a una adolescentes y la expansión de versiones sin confirmar, se ha convertido en comidilla cotidiana que trascendieron los linderos patriotas para agregarse al descrédito internacional que afecta la reputación de nuestra nación.
Comentarios adversos, acusaciones sin fundamento y supuestas versiones sobre injerencia de personalidades en un hecho tan bochornoso, se mantiene en la cartelera de la comidilla cotidiana.
Para la adolescente afectada y su entorno familiar, el daño moral es grave.
Lamentablemente y sin control circulan en las redes imágenes de la dama agraviada y los tiranos del descrédito utilizan el tema para atribuir responsabilidades sin fundamentos sostenibles.
La afectada no puede ocultar su rostro cuando la lesión debió mantenerse en el anonimato.
Sufriendo las consecuencias, debe sentir vergüenza al asistir a su centro de enseñanzas donde será señalada como la dama víctima, herida y deshonrada.
Urge un tajante alto a las publicaciones sobre este hecho bochornoso.
Debemos dejar que las autoridades, a quienes confiaron la investigación, realicen la misión encomendada y, de comprobarse la participación de personas con vínculos políticos, sociales o económicos, se sancionen pero por muy drástica que sea la condena, será difícil restañar el daño sicológico infringido a esta adolescencia cuya honra ha sido mancillada.