Odi et amo. Quare id faciam, fortasse requiris. / Nescio, sed fieri sentio et excrucior. 1
Cuánta razón tenía Catulo. Y qué poco sospechaba que el inicio de su carmen número
85 iba a ser el mantra de muchos enamorados tras casi un año de encierro pandémico. Qué bonita era la perspectiva hace un año. Los tórtolos amartelados viendo extenderse ante ellos horas y horas en solitaria compañía, deseando que esa amenaza se convirtiera en una realidad de minutos interminables, miles de segundos de amor y adoración. Una cuarentena estricta. Un aislarse del mundanal ruido. Durante un periodo indefinido no tener que levantarse a distintas horas, no tener que pasar la jornada laboral deseando que llegue la noche para poder verse apenas un rato antes de caer groguis delante de la pantalla donde discurre el último capítulo de la serie de moda.
El año pasado por estas fechas, entre el aluvión de flores chuchurrías, peluches horrorosos y tarjetas cursis hasta la extenuación, también se filtraba el deseo de poder aislarse. ‘Para conocerse mejor’, decían unos. ‘Para disfrutar de la esencia de nuestro
amor’, decían otros.
Odi et amo. Odio y amo, dice Catulo hace siglos. Y sus palabras visionarias resuenan
en los juzgados de familia con el aluvión de solicitudes de divorcio. Y su perspicacia clásica se extiende como un humo acre sobre los camiones de las empresas de mudanza que están haciendo su agosto.
Porque no es fácil amar a aquel con quien se convive 24/7. No es sencillo mantener viva
la llama del amor cuando descubres que la imagen que te ofrecía en los escasos ratitos
que compartíais al cabo de la semana no es más que un porcentaje ínfimo de un todo
que, así en conjunto, no hay dios en la tierra que aguante. O por lo menos, tú no eres esa divinidad con paciencia y aguante infinitos y eternos. No hay amor que resista los pedos ya no disimulados, los eructos, el reguero de desorden o la compulsión de limpieza.
¿Quién mierda aguanta mantener la sonrisa durante semanas y semanas cuando tu compañero del chilinqui se empeña en hornear por enésima vez esa masa de pizza insípida, que la primera vez, en medio de la borrachera entusiástica se te ocurrió decir que era lo más delicioso que habías probado nunca y ahora masticas y masticas y se te hace bola, y ni con esfuerzo y mucha cerveza logras engañas a la gorja para deglutirla? Además, ¡¡a ti te gusta la pizza con piña, carajo!!, y ya está bien de tener que ocultarlo para quedar bien.
Odi et amo, y cómo amas en este momento, esos escasos ratos en los que él (o ella, tu rosa de pitiminí) tiene que salir de casa y se extiende el silencio por el hogar.
Pocas cosas ponen más a prueba el amor que el aislamiento y la soledad compartida.
Por eso muchas culturas antiguas no daban por válido el matrimonio hasta que los amantes pasaban completamente solos una temporada. Más que nada porque muchos de ellos regresaban de la luna de miel amargados y empachados de amor compartido.
Hoy es San Valentín, los que hayan superado la prueba y aún tengan ganas de mirarse a los ojos y pasar el resto de su vida juntos pueden darse con un canto en los dientes.
Los otros… a los solteros solo puedo decirles que tengan paciencia, que al fin y al cabo es muy difícil que pasemos dos pandemias en una vida. Así que quizás ya han cumplido su cuota de aislamiento y que, con su próxima pareja, no tengan que pasar jamás veinticuatro horas al día.
1 “Odio y amo. Por qué hago esto, quizá preguntas. / No lo sé, pero siento que es así y me torturo”.