¡Albricias! ¡Enhorabuena! ¡Parabienes y aplausos! Estamos en la época de los parabienes y las palmaditas en el hombro, en el momento del año en el que los muchachos se gradúan de la escuela. Han terminado, dicen ellos. Han culminado con éxito una etapa. “¡Lo hemos logrado!” se dicen los progenitores y los acudientes. Veo togas, birretes y fotos, miles de fotos, cientos de miles de fotos, fotos de todos los tamaños y colores, abundancia de fiestas y celebraciones. Un suspiro de alivio colectivo parece surgir al unísono de cientos de miles de pechos. Alcanzamos por fin la victoria.
Y yo, que tiendo al escepticismo y soy bastante cínica no puedo por menos de pensar ¡criaturicas! ¿Qué es lo que os creéis que habéis terminado? ¡Si acabáis de empezar!
De la misma manera que celebramos un nacimiento cuando en realidad los padres deberíamos estar llorando a lágrima viva pensando en lo que se nos viene encima, celebramos que el niño o la nena salen de la escuela. No sabemos lo que se nos viene encima, bien dice mi madre: “Hijo chico, problema chico, hijo grande, problema grande”. Pero así somos los seres humanos, inconscientes y entusiastas. Optimistas. Creyéndonos que todo va a ir a mejor.
Pues no sé si debería ser yo la que les explote su globito desde esta columna, pero alguien debe hacerlo y pues ni modo, imagino que tendré que tomar el toro por los cuernos y decidir ser yo la aguafiestas.
A los padres les cuento que a partir de ahora, en la mayor parte de los casos, tendrán que acostumbrarse a vivir con el corazón en la garganta y el ay en los labios. Sus hijos ya van a ir a la universidad. Son adultos, y en muchos casos van a vivir en otra ciudad, quizás incluso en otro país. Lidien con el no saberlos seguros en sus camas, lidien con el no saber dónde están a cada hora, lidien, si pueden, con dejar que vuelen de una buena vez. Ya no pueden sobrevolar sobre ellos todo el día, todos los días, a todas horas. Ya no pueden hacerles las tareas para asegurarse de que sean cuadro de honor. Entre celebración y celebración traten de entender que esto es el principio del fin, que el cordón umbilical que muchos de ustedes no han sabido cortar a tiempo se está estirando hasta que eventualmente se parta.
Llegará el día en el que muchos de ustedes deban pasar solos la Nochebuena cuando sus retoños les digan que esas Navidades las van a pasar en otro lado. Celebren ahora que tienen ocasión, quizás el año que viene solo puedan mirar las fotos de su adoración mientras suena el burrito sabanero en bucle en la lista de reproducción.
Pero que los pelaos no se crean que hoy es el principio de un camino de rosas y que el amanecer de una nueva era de libertad y bienestar se abre ante ellos. ¡Já! Pendejitos, lo que viene bajando es enfrentarse, de verdad de la buena, a la vida real. Estudiar como mulos, ellos solitos, porque ya no está mamá que haga las tareas. Enfrentarse con gente para la que ustedes, recién graduados, no significan nada, que los tratarán mejor o peor y que, en muchos casos, serán completamente indiferentes a sus problemas o a sus circunstancias.
Yo observo y callo porque lo que antes se enfrentaba como un rito de paso y por ello se había preparado a los niños a fondo para ser adultos, hoy se ve apenas como una excusa para parrandear y los niños se lanzan a la vida adulta siendo aún unos infantes. ¿Están todos ustedes, padres e hijos, completamente seguros de que no les gustaría echar el tiempo atrás y repetir este último año por lo menos cinco o seis veces más?