Ahora que se abrió el grifo político y se desató la fiebre de candidaturas, están apareciendo toda clase de prestidigitadores que alegan tener los remedios para salvar a la población panameña desamparada. Personas que vivían escondidos en sus refugios placenteros soñando, que sin hacer muchos esfuerzos, saltar a la palestra política para, según ellos, redimir a esta nación tan vapuleada internacionalmente y tan humillada localmente por aquellos que teniendo la oportunidad de hacer algo por la nación, prefirieron la vida cómoda y placentera libre de preocupaciones, pero ahora quieren ser candidatos.
Empezó el repicar de tambores políticos con la proliferación de promesas que van desde garantizar la seguridad que es un desastres, como dotar de implementos necesarios a los centros de atención médica para poder prolongar la vida y prometen incrementar las condiciones del sistema educativo para acabar con el ejército de ignorantes que vagan por las calles de este país.
A penas estamos escuchando las primeras balbuceadas demagógicas que vierten aquellos que creen poder gobernar el país con poesías, maracas o discursos no muy apartados de palabras altisonantes y posturas estrambóticas.
Lentamente nos aproximamos a las urnas y aunque el pueblo, que es el juez de toda acción política, parece tranquilo con poca participación política, siente, sabe y en su pensamiento vibra una idea que no desecha porque la decisión final de esta mascaradas se define el 5 de mayo en las urnas donde será implacable el rejo contra aquellos que opacan el esplendor de la patria. No nos dejemos arrastrar por engaños.
Las encuestas son un reflejo certero de aquella expresión que dice: “la voz del pueblo es la voz de Dios”….Que así sea.