Después de tormentosos treinta días que nos martirizaron con el cierre de calles y protestas en todo el país, el ambiente se despeja de problemas para iniciar el jolgorio que generan las celebraciones de fines de año.
Empieza a despejarse el panorama de resentimientos para abrir las válvulas de alegría que caracterizan las fiestas del mes de diciembre.
El viernes celebraremos, con la ternura que la ocasión amerita, el Día de la Madre y se prolonga el festejo con la temporada de ilusiones que nos conducen hacia la navidad y el advenimiento del año nuevo.
El pueblo panameño, es campechano, feliz, no guarda resentimientos y se reconcilia rápidamente, sin embargo, no olvida que sus frustraciones y desengaño fue causado por aquellos que, amparados en el poder gubernamental, intentaron engañarnos con un contrato que buscó doblegar nuestra honra para hacer beneficiar intereses foráneos, pero la presión popular frenó a los perversos con mentalidad mercantilistas.
Los panameños entramos en un período de fiestas y, para celebrar, debemos borrar resentimientos abriendo las válvulas de la confraternidad que nos conducirá hacia un país más fraterno, más unidos para el bien común y más alertas ante el acecho de malvados que atentan con nuestra dignidad.