No es alentador, para un país sobresaturado de necesidades, escuchar que los ingresos corrientes de la nación reflejaron un déficit de 309 millones de balboas.
Una nación como la nuestra, con un rosario de necesidades, que afectan especialmente a los más pobres, no se puede dar el lujo de tener tan millonario déficit, por lo tanto, la noticia es preocupante.
Ante un déficit de 309 millones de balboa los administradores de la finanzas públicas tendrán que ir ajustando ingresos, descartando obras innecesarias, recortando asuntos superficiales y limitarse a lo necesario para no seguir despilfarrando dinero o como afirman algunos, saqueando las arcas de la nación.
Las cifras revelan que hay crisis financiera causadas por una administración ineficiente que dentro de año y medio se va cuando se elija nuevo presidente ya que, de acuerdo con la balanza emocional, los votos favorecerán al candidato que en la taquilla política es el favorito.
Entregar al próximo presidente un país con situación económica deficitaria sería una perversa irresponsabilidad.
Los administradores de los fondos públicos festinaron con el dinero y en vez de construir malgastaron y se alegan obras que no se ven y se prometen cosas que no se cumplen.
El déficit que reflejan los ingresos corrientes son evidencias que el gobierno, que dentro de año y medio se va, dejará un país endeudado creando problemas que afectarán a los más necesitados especialmente aquellos cuya condición social no es halagadora.
Se acerca el fin de una era que se desmorona ante la realidad: se prometieron cosas y no se cumplieron y, como consecuencia de esto, la intensa fiebre de la decepción se expande por todo el país.