En este país, intelectualmente leproso, es una lastima que se desperdicien energías paralizando el sistema educativo, alegando problemas que no están concebidos dentro del proceso de enseñanza – aprendizaje.
Frenar, paralizar o perturbar el sistema educativo no es la fórmula adecuada para aguijonear al gobierno de turno.
Es honrosa la calidad del maestro panameño, por lo tanto el sistema educativo no debe se utilizado por aquellos que blandiendo banderas políticas, pretenden convocar un paro inadecuado, que en vez de resolver problemas, afectaría las enseñanzas de la juventud el tesoro más valioso de la nación panameña.
En las escuelas, a pesar que no tienen las condiciones adecuadas, se están forjando los jóvenes para que sean verdaderos valores de la patria y tengan la coraza intelectual que les permita con el talento como arma del saber, desafiar al mundo.
Queremos un país de sabios no de ignorantes. La única forma de lograr talentos es mediante la educación que es el principal tesoro de la nación, siempre cuando, no sea interrumpida por paralizaciones absurdas.
En el sistema educativo pareciera que hay Judas contemporáneos, disfrazado de líderes, que intentan entorpecer el desarrollo intelectual de una juventud,para mantener a esta nación poblada de esclavos y escasa de sabios.
Hay una perversa distorsión del proceso educativo. Paralizar escuelas es alentar la putrefacción intelectual de la juventud y sería una grave afrenta al maestro que “pone la luz de la vida en el alma de la juventud”.
Para desarrollar nuestro país, notablemente atrasado, se requiere un sistema educativo que no contaminado por aquellos que niegan a la juventud el néctar del saber.
Paralizar escuelas es fomentar la vagancia epidemia que sufren pueblos subdesarrollados que, como Panamá, viven de ilusiones sin darnos cuenta que estamos sumergidos en las miasmas de la pobreza intelectual.