Hasta el momento los candidatos presidenciales que se plantean en el horizonte encajan a la perfección en las tres virtudes teologales que un cristiano de pro debe tener como norte en su vida. Y el primero de ellos, aquel que ya pasó por la ordalía y fue probado, enarbola ante él la bandera de la fe.
Si buscamos la definición de fe nos encontramos con que es lacreencia, confianza o asentimiento de una persona en relación con algo o alguien. La fe se manifiesta por encima de la necesidad de poseer evidencias que demuestren la verdad de aquello en lo que se cree, o en su caso, las pruebas que demuestren lo contrario de aquello que creen. Es decir, tener fe en alguien es tenerconfianza plena en ese alguien.
La fe depositada en este candidato en concreto por sus acólitos es grande, inmensa, absoluta, ellos están convencidos de su omnipotencia, ellos tienen fe en que él encontrará una solución a los problemas.
Los israelitas tenían fe en el dios del Sinaí, quien les prometió la Tierra de la que manaba leche y miel, ¿se preocupaban los creyentes en Yahvé en cómo iba este a ofrecérsela? No, claro que no. Les importaba un ardite si para ello hubo que masacrar, escamochar, genocidar y asesinar a hombres, mujeres y niños. No les importaron las barbaridades que ordenó para que su pueblo de dura cerviz consiguiera lo que deseaba. ¿Qué había que robar? Roba. ¿Qué había que traicionar? Traiciona. ¿Qué sus elegidos tenían que pasar a cuchillo a todo zurriburri? ¡Qué le vamos a hacer! Porque los caminos de nuestro candidato son insondables y todo lo malo que lo rodea no son más que triquiñuelas del Contrincante, sea su rostro el que sea; maledicencias urdidas con la aviesa intención de defenestrar a aquel que sí va a conseguir, de nuevo, la bonanza económica. Pan y circo. Leche y miel.
El pueblo ha caído en el abismo de la pobreza porque se ha alejado de su sombra, la fe nos restaurará. Entiendan ustedes que no existe la razón para aquel que cree. Para el que tiene fe no existe la lógica, solo la confianza ciega en el motivo de su fe. De modo y manera que no traten ustedes, estimados lectores de tratar de pasar por el tamiz del raciocinio las convicciones de los que tienen fe en el caudillo que los lleva de vuelta al paraíso perdido. No le reprochan nada porque todo lo hace en aras de un bien mayor, no creen las pruebas porque todo es un intento de evitar que el pueblo elegido, es decir, ellos, los que sí se han mantenido a su lado, los fieles creyentes, los que no han flaqueado en su fe, alcancen la felicidad que tan solo él podrá darles.
Lo vemos una y otra vez a lo largo de la historia, la adoración ciega, la confianza a pesar de todo y todos se concreta en un apoyo enfebrecido. Porque hay pocas cosas que conforten más a un ser humano que la fe, la fe en que alguien es más poderoso que uno, la fe en que algo hay más fuerte que uno, la fe en que lo que tú no puedes, ese otro lo hará por ti, siempre y cuando confíes y te pongas en sus manos.
Caudillos, mesías, líderes. El Fufo, Torrijos, Chávez. Pónganle ustedes nombre, no importan las pruebas, importa el nombre, el hombre. La confianza. La fe. No es moco de pavo y la fe mueve montañas de votos, basta sembrar un poquito de fe en los electores, apenas tan grande como una semilla de mostaza, para lograr que las urnas desborden de fieles. ¡Ave, Fides!