La campaña electoral con su consabida lucha por la conquista de votos tiene a varios políticos aterrorizados.
El miedo por la avalancha de votos que los sepultará moral y políticamente, los atemoriza porque saben que están participando en el sepelio de su supuestos liderazgo político.
Estamos en una etapa crucial de nuestra historia donde observamos como algunos, al ver como se ahogan sus ilusiones, recurren desesperadamente a procedimientos turbios e ilegales para frenar una fuerza arrolladora que viene en camino para acabar con mitos y desgarrar las esperanzas de quienes buscan el poder político para saciar sus instintos depredadores del erario estatal.
Los tradicionales piratas políticos están asustados. Las encuestas los atemorizan. Un pueblo fastidiado está demostrando , a través de sondeo de opinión , que no soportan más infamias y ansían cambios en la butaca presidencial.
Los piratas contemporáneos, arropados con banderas partidistas, temen a una pareja y, para derrotarlos, recurren al descrédito intentando manchar la honra de una dama candidata a la vicepresidencia de la república.
Reina el terror entre aquellos que saben serán decapitados por una fuerza política que irrumpe en el escenario para acabar con los mentirosos que utilizan la falacia verbal para denigrar, ofender, perseguir y difamar a quienes vislumbran pueden acabar con sus privilegios.
Los tradicionales embaucadores; mentirosos que prometen y no cumplen, le temen a una mujer digna que junto a su esposo, se propone sacar a este país del atolladero en que está sumido por administradores ineficientes y corruptos.