El Estado de Israel celebra el 75 aniversario de su declaración de independencia, el 14 de mayo de 1948 (los israelíes conmemoran este día según el calendario judío). El aniversario –y fiesta nacional- se celebran en un contexto de profunda crisis. No han cesado las manifestaciones contra la coalición de derecha y extrema derecha del Primer Ministro Benjamín Netanyahu y contra su proyecto de reforma judicial, que muchos en Israel califican de peligroso para la democracia.
«No sé si votaría por ellos hoy, están echando demasiado leña al fuego, habría que calmar las cosas», opina Yoni, sentado en la terraza de un café del barrio de German Colony de Jerusalén. En las últimas elecciones legislativas, a finales de 2002, este joven agente inmobiliario dio su voto a la alianza de partidos ultranacionalistas religiosos, que ahora cuentan con varios ministros en el gobierno. «Su amor por nuestro país es extremo», saluda Yoni, a pesar de sus reservas. «Voté para tener un gobierno fuerte y de derecha, por nuestra tierra y nuestra seguridad», resume.
Israel celebra su 75ᵉ aniversario en un contexto de fractura. Es cierto que el Gobierno ha suspendido su proyecto de reforma judicial, pero no se ha rendido. Mantiene su objetivo de reducir las prerrogativas del Tribunal Supremo, lo que debilitaría el único contrapoder de este país que no tiene Constitución.
En este limbo, los aliados ultranacionalistas de Benjamín Netanyahu son impacientes: «No es un tipo de derecha, es de izquierda, quizá centrista, pero no de derecha», afirma Arieh King. Para este vice alcalde de Jerusalén, el jefe del Gobierno es demasiado moderado. «Benjamín Netanyahu no nos permite construir para los judíos en Jerusalén. No permite que los judíos se comporten como deben en el Monte del Templo [nombre que dan los judíos a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén]. Sólo tenemos un lugar sagrado en el mundo, y es el Monte del Templo… ¡y nuestro Primer Ministro no nos permite ir allí!
Arieh King se dice cercano al Partido Sionismo Religioso, cuyo líder y actual ministro de Finanzas, Betsalel Smotrich, declaró recientemente: «el pueblo palestino no existe».
«No cree en la democracia»
Y es que el actual gobierno israelí es el más derechista de la historia del país. Además del partido Sionismo Religioso (Tsionut HaDatit) de Betsalel Smotrich, figura también Itamar Ben Gvir, representante de la formación Fuerza Judía (Otsma Yehudit), y ministro de Seguridad Interior. El hombre suscita inquietudes entre los cientos de miles de israelíes que se manifiestan cada semana contra el gobierno y sus planes. «¿Por qué Ben Gvir es fascista? Porque no cree en la democracia. Y lo dice», exclama Noam, de 29 años, entrevistado por RFI en una manifestación semanal en Tel Aviv.
«Cada vez que va a algún sitio, sus partidarios gritan ‘muerte a los árabes’. Es un extremista. Mؘás de que pienses o no que Israel es un estado de apartheid, lo que Ben Gvir defiende es el apartheid y lo dice claramente. Nunca lo aceptaremos. Y lucharemos», dice Noam, con la voz ronca de tanto gritar consignas.
Entre la multitud de manifestantes de las últimas semanas, se ven israelíes que se sitúan a la derecha del espectro político de su país, algunos con la kipá de los judíos religiosos.
Muchos antiguos soldados, más allá de cualquier afiliación política, reivindican su carrera en el ejército israelí, como el general en la reserva Reuven Benkler. Tiene una barba canosa y lleva una camiseta con el logotipo de su unidad de artillería. «Debemos seguir siendo una democracia», afirma, abogando por «un Tribunal Supremo independiente».
En los mítines, estos israelíes de diversas procedencias se codean con grupos de izquierda radical opuestos a los asentamientos judíos. Todos tienen en común su rechazan al proyecto que cuestiona el equilibrio de poder.
Una «crisis social».
«Es una crisis constitucional, una crisis de régimen, pero también una profunda crisis societal», resume la socióloga israelí Perle Nicolle-Hasid, de la Universidad Hebrea de Jerusalén. La investigadora observa «por un lado, una población liberal y activa, mayoritariamente no religiosa, que vive un nuevo despertar político, inédito desde hace veinte años. Y por otra, el despertar y el activismo de grupos radicales cada vez más explícitos sobre sus objetivos para el conjunto de la sociedad».
Para Perle Nicolle-Hasid, «nos enfrentamos a una crisis de definición de los objetivos políticos y sociales del Estado de Israel. ¿Qué significa ser israelí hoy? Estamos en un callejón sin salida a la hora de definirlo.
Fuente: Radio Francia Internacional / Nicolas Falez, enviado especial de RFI en Israel.