Desde el 15 de agosto de 1914, cuando fue inaugurado el canal de Panamá, durante la administración del caudillo liberal, Dr. Belisario Porras Barahona, la vía interoceánica constituye una espinal clavada en el orgullo nacionalista de la nación panameña.
Además de vía interoceánica que reduce costos y facilita rápido desplazamiento del comercio internacional el canal de Panamá constituyó una llaga que pudrió el nacionalismo panameño.
Cada año que pasaba, desde su inauguración, la llaga se putrefactaba porque la presencia estadounidense se hacía insoportable.
A partir del 1 de octubre de 1979, en virtud de los Tratados Torrijos – Carter, la Zona del Canal fue extinguiéndose, sin embargo, los panameños debimos demostrar que erámos capaces de administrar que el área podíamos administrarlo igual o mejor, que los estadounidense.
La administración con eficiencia el canal de Panamá, parcialmente se realizó, porque en manos de panameños, se produjeron acusaciones de irregularidades financieras que, supuestamente, beneficiaron a responsables de la administración de la vía interoceánica.
Después de tantas angustiosas luchas, el canal es panameño, pero el jolgorio que nos causó su recuperación tiene huellas malsanas.
El administrador ostenta salario exageradamente superior al presidente de la república; en su junta directiva aparecen panameños emparentados o sin méritos patrióticos que les permiten tal honor y las decisiones que toman no repercuten en los entornos de los pueblos circunvecinos.
Para colmo la naturaleza, a través de la sequía, tiene repercusiones adversas que afectan el normal tránsito por la vía acuática que obliga a reducir el tránsito de buques que confiaron en el atajo como sitio para reducir distancias y costos operativos.
El ideal de conquistar la administración del Canal de Panamá nunca consideró que la sequía sería uno de los factores fundamentales que truncaría las ilusiones de aquello que pensaron podrían administra una atajo marítimos sin los azotes de la naturaleza.
La aguas adyacentes al Canal de Panamá, se están secando y sus efectos son dañinos parasu transitar por la codiciada vía de la cual los panameños somos propietarios.
Un canal seco, sin suficiente agua, es inoperante y la culpa la atribuimos a quienes con aires de expertos ocuparon su administrador y se volvieron parte del ejército de fanfarrones que alegaron ser expertos en administración de recursos acuáticos.
Los lagos que alimentan al canal de agua, se están secando y los beneficios económicos de la vía no son las más halagadoras.