Los administradores de este país de pomposos “ardientes fulgores de glorias” despilfarran dinero en asuntos baladíes, de pocas trascendencias social, pero como divierten al pueblo, se aprueban sin chistar para, con actividades faranduleras, sofocar el clamor popular para que ignoren los malestares que los corroe.
Aquí, en esta supuesta tierra de promisión, derrochamos en fiestas y nos deleitamos con todas aquellas actividades farandulera que nos hacen olvidar nuestros pesares mientras el aguijón de problemas cada día se profundiza más escarbando y creando más situaciones angustiosas.
Somos el país de relajos y parrandas. Somos alentadores y principales protagonistas de la despreocupación reinante cuando de asuntos humanitarios se trata.
Tenemos la tendencia de evitar responsabilidades y a través de un pretexto nos zafamos del problema. No sabemos exigir el derecho que tenemos para que nos garanticen la salud que merecemos.
El gobierno no tiene reparos en aportar millones de balboas para festividades porque mientras el pueblo está alegre se le olvidan los problemas.
Es notorio que en asuntos relacionados a la salud se procede con cierta mezquindad y cuando se desarrolla algo con fanfarrias publicitarias se malicia que detrás de esto podría haber algún negociado turbio.
Un ejemplo de la mezquindad reinante, es la que tienen los administradores del Estado con el Instituto Oncológico Nacional atendido con indiferencia y poco interés.
El Instituto Oncológico Nacional, está recostado sobre el Cerro Ancón, aquella colina que por muchos años estuvo encarcelada en la Zona del Canal, es una institución hospitalaria menospreciada por el Ministerio de Salud al extremo que hay pacientes que aseguran es la antesala al cementerio.
Su condición es tan tenebrosa que aquellos que padecen cáncer y tienen que acudir a sus instalaciones se inquietan, desesperan y sienten espanto indescriptible.
Mientras administradores de recursos públicos, con la mentalidad de faranduleros que los caracterizan, invierten millonadas en tintileos de luces para adornar calles y parque o donaciones para hacer más llevadera las fiestas navideñas de una población donde reina el oportunismo, la angustia de los enfermos de cáncer se convierte en grito desesperante porque el hacinamiento es insoportable, los medicamentos no hay, las condiciones no son las más adecuadas y los encargados de la administración pública, están pensando en candidaturas políticas y otras sandeces que nos caracterizan como país folclórico.
Los enfermos de cáncer están desesperados; claman por una atención adecuada con los medicamentos que les corresponden para sanear o, por lo menos, extenderles la vida en este país de hecho podrido por la indiferencia gubernamental.
Qué ironía!… cuando un funcionario de alta jerarquía tiene un padecimiento, corre a buscar remedios en hospitales extranjeros especialmente estadounidense. Pero aquel que no tiene recursos, arrastra su pesar hacia el Instituto Oncológico Nacional buscando remedios que no existen porque el dinero para adquirirlos tomó otro rumbo , por lo tanto, solo le queda implorar al Sumo Creador para que los sane porque esperar el auxilio del gobierno es decepcionante…Nunca llega.