Mañana cumpliré medio siglo de vida. Y estoy feliz.
Estoy feliz porque vivo como quiero, con quien quiero, mimada, caprichosa y endiosada, porque me lo merezco; mis padres siguen dando guerra (y que sea por muchos años); mis hijos no han dejado de dar guerra (ese es su trabajo y lo hacen tan bien que estoy orgullosa de ellos). Me rodeo de mis amigos. De libros. De perros y gatos. Me rodeo de cosas. De belleza. De buen alcohol y música. La angustia es ya mi amiga, la manejo como a quien de mí depende y he aprendido a ser paciente.
Mis dioses y mis mitos me consuelan cuando es necesario. Mis alumnos me retan a seguir aprendiendo. La poesía continúa brotando, (por cierto, en apenas un mes presento mi nuevo poemario, Ferox Lux Luz Feroz y es un mordisco de la Loba).
Mi cuerpo es bello. Me gusta mi piel y estoy cómoda con mis perfectas imperfecciones. He aprendido a dar placer y a darme placer. Sé qué quiero, cómo lo quiero y con quién y cuándo lo quiero.
Voy a cumplir cincuenta años. Me gusta cómo suena. Soy vieja. O eso dicen, porque viejo es el camino y aún echa polvo y más sabe el Diablo por viejo que por Diablo. Y es con la gallina vieja con la que se hace buen caldo. No me arrepiento de nada de lo que he hecho en mi vida y pienso seguir equivocándome sin arrepentimiento durante el resto de los días que me quedan de ella.
Estoy a punto de contar cinco décadas en mi haber y me siento regia, me visto como me sale del coño, tal y como he hecho siempre, los jeans son mis mejores amigos a pesar de lo que diga alguna diseñadora atorrante. Tengo las canas al aire y el cabello rozándome el culo. Y cuando me aburra del calor que me da me lo cortaré y me lo pintaré de rojo o de fucsia o de azul. O del color que encaje con mi estado de ánimo en ese momento.
Voy a cumplir cincuenta años y como carne porque me gustan las plantas. Rescato animales porque son mejores que mucha gente. Y ya no saludo a quien no me interesa.
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad yo no hubiera podido llegar a esta edad o sería una anciana provecta. Me gusta pensar que en esta vida estoy pudiendo disfrutar de lo que en otras no me dio tiempo.
He sobrevivido a una pandemia, acepto las vacunas, todas, porque entiendo que seguramente gracias a ellas he logrado vivir hasta los cincuenta y me seguiré poniendo las que vayan siendo necesarias. A mi edad me paso los chips conspiranoicos, el grafeno y el ARN mensajero por el arco de triunfo. Que vengan como quieran siempre y cuando vengan de frente y de a uno.
Cada vez tengo menos confianza en el ser humano, cada día quiero más a mis amigos y me molesta más la plebe. La misantropía que se despertó en mí hace décadas al leer El caballero de las botas azules se acrecienta día a día cuando leo las noticias.
Creo que, lo que mejor resume mi estado de ánimo al enfrentar este cumpleaños son las palabras del gigante Antonio Machado:
“(…) Y al cabo, nada os debo; me debéis cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago”.
Aunque, siendo como soy, parafrasearé los dos últimos versos del poema, con el permiso del vate sevillano:
“Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo cargada de equipaje,
enjoyada y bella, como digna hija de Manannán”.