¡Cuánto daño están haciendo los paletos biempensantes! ¡Y cuánto están haciendo el ridículo, por todos los dioses del inframundo! Vengan y les cuento la última estupidez.
Seguro que muchos de ustedes saben quién es el actor Armie Hammer, y si no saben, no importa. Un guaperas especializado en papeles de duro. Sin más. A mí no me caía ni bien ni mal, entró en mi radar hace apenas unos días por el escándalo que tienen montado en las redes las sororas. Resulta que se han filtrado unas supuestas capturas de pantalla de lo que, al parecer, fue una conversación privada entre este tipo y una mujer. Una conversación en la que se hablaba de sexo, (conste que hablar de sexo con un espécimen así debería estar recomendado por el doctor), de sadomasoquismo y de canibalismo. Repito: se chateaba. Esto ha desatado una ola de acusaciones de agresión sexual y canibalismo en su contra. Y yo flipo en colores y alucino pepinillos.
Yo que creía que lo de que en el siglo XVIII el Marqués de Sade hubiese estado encarcelado la mitad de su vida ya había cumplido la cuota de patochada y mojigatería de toda la historia de la humanidad…
Juzguen ustedes, voy a transcribir los supuestos mensajes del tipo a la supuesta esclava: “Vives para obedecerme y ser mi esclava”. “Yo seré tu dueño”. “Esa es mi alma”. “Mi cerebro”. Mi espíritu. Mi cuerpo. ¿Vendrías y serías mi propiedad hasta que mueras? ¿Si quisiera cortarte uno de tus dedos del pie y tenerlo en mi bolsillo para tener siempre un pedazo de ti en mi poder?”
¿Y si a alguien esto le puede parecer el summum del romanticismo? ¿Por qué tenemos que unificar todos todo lo que deseamos? ¿Por qué debemos ceder a la imposición del grupo de tarados que no solo deciden cómo tenemos que pensar sino también deciden cómo debemos fantasear y gozar.
Por fin lo he entendido. Han prohibido la imaginación. Han logrado que censuremos nuestra imaginación y nuestras fantasías.
Pues que se hagan el favor y no lean mi primer poemario.
“(…)Quiero cubrir de saliva tus dedos mientras te oigo gemir.
Dejo deslizar mis manos hasta que los pulgares se acunan en las cuencas de tus ojos.
Ruedan entre mis dientes las bolas perfectas de esos ojos y me detengo un rato mientras anticipo el placer de hacerlas reventar con mis dientes.
Sabor salado de las lágrimas, mientras tus pensamientos se deshacen en mi boca con ese sabor dulce y seboso de los sesos. Orejas crujientes, recovecos de sabor. Labios jugosos, lengua tierna. Colocaré tus dientes sobre la mesa, ajedrez marfileño, ahora sí, ahora no.
Chupo tus dedos uno a uno y los enredo entre los míos. Pequeños dedos de los pies a los que arrancaré las uñas pintadas de rojo y me haré un collar. Brazos tiernos, jugosos, delicados. Morderé el calcañal como la serpiente. Carne y músculos. Piel flexible.
Ahíto de ti.
No quiero pensar que tu sabor termine, no quiero creer que mañana no estés a mi lado porque siempre estarás dentro de mí”. (De la piel del Diablo. Mónica Miguel. 2012)
A ver si conseguimos entender que lo que hacen dos personas, siempre y cuando sean mayores de edad, estén en plena posesión de sus facultades, sea de mutuo acuerdo y mientras no implique más que fantasía y sexo, es asunto solo de ellos, carajo.
Que a base de feminismo y protecciones varias estamos perdiendo la libertad sexual que habíamos ganado para poder corrernos como nos dé la regalada gana, aunque eso implique que nuestra pareja nos ponga un collar de perro y nos llame esclava.