“#UnaMamáChiricana te manda la ropa lavada y doblada por Fletes Chavales (sic), porque sabe que tu vida sin ella es demasiado difícil”. Ayer mismo leía esta frasecita circulando por Twitter. Sí, claro, sé que es una gracieta, sí, claro, sé que es broma.
Y sé también que es cierto. Que a más de uno y a más de dos, en este país, su señora madre les hacía (y sin duda hay madres que siguen haciéndolo, no tengo pruebas, pero tampoco me cabe ni la más mínima duda) la colada semanal a pesar de no vivir en la misma casa, quizás ni siquiera en la misma provincia, intercambiándose por encomienda tamugas de ropa sucia que regresaba a los tres o cuatro días limpiecita y olorosa a sol.
Les juro que no me hizo ninguna gracia la bendita tontería. A ver, lo de la maternidad es un tema que tiene demasiada tela que cortar y desde luego no se agota ni en las seiscientas palabras de esta columna ni en seiscientas Lobatomías más, pero la boutade me ha dejado pensando durante un par de horas y necesito sacar este cabreo de mi sistema. Vamos a ir por puntos.
La vida sin tener a tu madre cerca es una mierda. Esto es así. Claro, obviamente habrá casos y casos, hay madres que no merecen el título e hijos que, siendo su madre una santa, merecen con plena propiedad el título de hijueputas. Vale, pero así, en general, mamá siempre es mamá y la vida teniéndola lejos solo podemos imaginarla aquellos que la hemos sufrido.
Ahora bien, ¿en serio hay gente que piensa que lo difícil de la vida sin tu madre es tener que lavarte tú mismo la ropa? ¿En serio hay madres que consideran a sus hijos tan inútiles como para no poder lavarse ellos mismos su ropa? (Aviso a navegantes despistados, en esta columna se utiliza de forma corriente el masculino neutro, no me jodan ni los hijos ni las hijas, ¿vale?, continuemos).
Una madre no tiene porqué lavarles la ropa a los hijos, ni cocinar para ellos. Una madre no debe hacerles la tarea. Ni preocuparse de ir a recogerlos a las tantas de la madrugada a la fiesta de turno. Una madre no tiene que vivir la vida de sus hijos, no debería siquiera facilitársela demasiado. Las madres no son inmortales, las tenemos prestadas. Y las que somos madres deberíamos tener más que claro que en cuanto cortaron el cordón umbilical los hijos ya no son extensiones nuestras, ya no son nuestros. Son otro. Otra persona. Otra vida.
Yo echo todos los días de menos a mi madre, echo de menos discutir con ella, que me sermonee por no comer, o por comer demasiado, por maquillarme mucho o por no dejar de trabajar. Extraño estar en silencio con ella sentada en el sofá o caminar por la calle chachareando de todo y de nada. Pero extrañarla no implica que quiera obligarla a ser mi esclava lavando y doblando mi ropa.
Hagámonos todos un favor y dejemos de romantizar las relaciones dependientes y nefastas, sean en el grado de consanguinidad que sean. Y no, yo no les lavo la ropa a mis hijos. Ni los he acostumbrado a depender de mí para todo. Prefiero saber que cuando estén con alguien es porque les apetece estar con esa persona y no porque no saben separar la ropa por colores para poner una lavadora. Y sí, los quiero tanto o más que muchas que andan por ahí dándose golpes de pecho, simplemente no podría morir tranquila sabiendo que no van a poder vivir sin mí cuando yo falte algún día.