Los ánimos están caldeados, la gente, cansada por la presión constante de un mundo descuidado, el aguante de ambas esquinas está al límite y, así como un brazo que no aguanta más, algo tendrá que quebrarse. La ruptura, el quiebre, es la única conclusión de un choque tan abrupto entre los hunos y los otros.
Ahora, que se buscan refugios efímeros en cualquier acontecer, cualquier situación que haga que nos despeguemos de la realidad por un instante se agradece. Ayer, murió Matthew Perry, ex integrante de Friends, una conocidísima sitcom de los 90s. Hoy, todos soltamos el grito al cielo porque el destino se llevó a alguien antes de tiempo. ¡Qué injusticia cometió la vida!
La muerte es injusta, sí, de eso no hay duda. A todos nos llega nuestro momento antes de tiempo, pero el desviar nuestra atención a fustigarnos por el fallecimiento de un individuo es justamente lo que los encargados de la propaganda quieren.
Estamos tan acostumbrados, por haber crecido divididos en dos realidades, a tener que expresar la más desorbitadas de las emociones para mantenernos dentro del grupúsculo. Porque “la propaganda es para la democracia lo mismo que la coerción es para un Estado autoritario”. Y eso, también es otra manera de dominar al mundo.