La música ha perdido fuelle, la industrialización musical ha causado estragos en el arte auditivo. Ya son escasas las letras con profundidad, líricas que con la delicadeza te insinúa su mensaje. Lejos quedaron ya las invitaciones a reflexionar, a encariñarse con una canción que no te de su letra masticada. La música, esa herramienta de control tan bien manejada, perdió hace mucho su máscara tan bien armada.

El conejo malo sacó un nuevo álbum, Bad Bunny, el personaje que ha convertido en millonario a Benito Martínez, ha sacado una nueva colección de ideas artísticas que, para bien o para mal, van a dar de qué hablar durante bastante tiempo. Porque aquí le dijo esto a este o porque esta línea se la dedicó a este otro. Ya aburre un poco la repetitiva secuencia de “tiraeras” entre los gigantes de una industria que se repite más que el chorizo.
El álbum de Benito ha hecho que el medio millón de bajas que lleva el conflicto ruso-ucraniano se olvide por un momento o que los atentados de Hamas y los bombardeos israelís se difuminen entre verso y verso. Y es que al final es para eso, ¿no? Para eso nos refugiamos en estas idolatrías, en estas imágenes idealizadas con las que nos protegemos de la barbarie que nos rodea. Porque el mundo en tóxico, nocivo para el que vive pendiente a él. Y eso lo entiendo, comprendo las razones ocultas que se tienen para seguir a cualquier idiota con un megáfono. Y yo tampoco puedo mentir, he escuchado al susodicho, tengo, entre mis canciones todavía se esconden una que otra obra del Conejo mal portado. Pero el problema recae, el asunto se encuentra en el nauseabundo fetichismo que existe entre la gran mayoría de alzar la estupideces a niveles de importancia mucho mayores.
Y esto siempre ha existido, aquí no se salva nadie, porque antes de Bad Bunny, estuvo Luis Miguel, y antes de ellos estuvieron Los Beatles, Elvis Presley, Credence Cleanwater Revival, Led Zeppelin o los Rolling Stones y antes incluso, estuvo Franz Liszt. Crear manías masivas por personalidades es una manera humana de disociarse de la realidad.
El problema está en que, a diferencia de lo que han vivido nuestros abuelos, padres o hermanos, hoy nos embutimos en todo lo que conlleva seguir a un artista. Porque la música ya no es lo que era, ahora solo es solo otra manera de controlar al mundo.