He dicho muchas veces, y lo sostengo, que el panameño tiene buen corazón.
El panameño, así de uno a uno. O bueno, saquemos del grupo a los que son capaces de pegarle una patada a un perro, a los que envenenan gatos, a los que violan a sus hijos o hijastros, sean niños o niñas, y a las madres o madrastras que, sabiéndolo, no protegen a esos niños. Saquemos del grupo de los de buen corazón a los que se cuelan en las filas, a los que manejan por el hombro. Ah, esperen, y saquemos del grupo de los bondadosos a los que ofrecen coimas y a todos aquellos que, de una u otra forma, las aceptan.
¡Coño!, casi se me olvida eximir de la bonhomía a los funcionarios que pelechan sin trabajar, a los políticos que viven a costa de nosotros, pero sin pensar en nosotros y a toda la camarilla de adeptos que les ríen las gracias y los aplauden
como focas pensando en el “¿Qué hay pa` mí?”
Si quitamos a todos esos, el panameño, en general, tiene buen corazón…
Esperen, esperen, también debemos excluir de esa definición de panameños buenos en el buen sentido de la palabra a los hijos de la gran puta que tuvieron la mala baba de mandar de regreso a Jamaica una pareja gay que huyó de su país y trató de entrar a México, donde no les ofrecieron asilo y los deportaron a Panamá.
Aquí, estas dos personas, solicitaron asilo para evitar regresar al país donde su casa había sido incendiada por grupos homófobos y donde la homosexualidad es penada hasta con diez (sí, 10) años de cárcel.
En este país de gente buena, en Panamá, el personal de migración, usó los artículos 5, 6, 7, 8, 9 y 10. del Capítulo II del Decreto Ejecutivo N.º 5 del 16 de enero de 2018, publicado en la Gaceta Oficial Digital del jueves 18 de enero de
2018, el cual desarrolla la Ley 5 de 26 de octubre de 1977 por la cual se aprueba la Convención y Protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados, deroga el Decreto Ejecutivo N .º23 de 10 de febrero de 1998 y dicta nuevas disposiciones para la protección de las personas refugiadas, como papel higiénico, y comportándose como cabrones sin corazón, los mandaron de regreso al infierno.
Su sangre sobre ustedes, señores y señoras responsables.
Es obvio que esos tampoco son buenos, a los que habiendo sabido o conocido de esta situación se lavaron las manos como Pilatos y, en lugar de ser escudo, fueron verdugos enviando a la muerte, o quizás a algo mucho peor, a dos personas cuyo único delito ha sido amar de una forma que los crueles no entienden. Estoy segura de que el Nazareno estaría de acuerdo conmigo en aquello de proteger al débil a pesar de lo que yo pueda pensar de sus pecados, porque solo el Padre que está en los Cielos sabe de los pecados y sus remisiones.
Por último, si usted está de acuerdo con esa acción, si usted piensa que es correcta la deportación y la negación del asilo, usted, siento decírselo, tampoco es bueno, aunque quiera creerlo. Y ojalá los remordimientos les carcoman por dentro y la sangre y el dolor de estas dos personas caigan sobre la cabeza de todos los que, indiferentes o ensañados, se regodean en el sufrimiento y piensan que ellos
se lo buscaron.
Ojalá ardan, ustedes, los sepulcros blanqueados, abrasándose con el hielo negro,
en el último círculo del infierno. Porque tiene que haber algún lugar especial en él para los traidores a la humanidad.