Empezaré hoy salvando los trastes ante la avalancha que veo venir y que cuidado y me arrastra: que no, señoras feministas, que no es que esté en contra de sus reclamos y sus lamentaciones, de sus llantos y su crujir de dientes. No. De verdad que me parece fantabuloso que ustedes se empeloten contra el maltrato y eso, bien está. Pero fíjense que voy a darles otro frente de batalla, mucho menos romántico, sí, señor, pero más cotidiano.
¿Sabían ustedes que si una mujer (femenina panameña) quiere abrir una cuenta a su nombre en un par de bancos del patio, sin tener un trabajo formal del cual poder presentar nómina, debe presentar una carta firmada por su marido en la que declare que él la mantiene?
No, no han leído ustedes mal. Sí, han comprendido perfectamente, les dramatizo el cuento para que se den cuenta, imagínense que han entrado ustedes, señoras mías, en una sucursal del Banco Generalizando, o del Capitalizando Bankinter, toman su turno, esperan a que los atienda un agente y el diálogo es algo tal que así:
—Hola, buenos días.
—Buenos días, señora, tome asiento, por favor, ¿en qué puedo ayudarle?
—Quisiera abrir una cuenta de ahorro.
—Desde luego, los requisitos son los siguientes, su cédula vigente, una carta de referencia bancaria, no se preocupe, si no la tiene puede ser referencia personal o comercial. Y un documento de sustentación de ingresos. ¡Ah! Y la declaración jurada de ingresos. En caso de que no tenga cómo sustentar sus ingresos su marido debe firmar esta carta asegurando que él la mantiene.
—Espere, ¿qué?
—La cédula vigente…
—No, no, eso no, lo último, ¿qué el hombre con el que convivo tiene que firmar qué?
—Es que, usted entienda, señora, necesitamos una constancia de ingresos.
—Ya, bueno, y a los hombres que abren cuenta sin un ingreso fijo ¿les piden una carta firmada por Mamita que asegure estar aún pasándoles la mesada?
—No, claro, pero eso es distinto.
—¿Distinto por qué?
El agente bancario gaguea, carraspea y llama a su supervisor.
—Buenos días, ¿cuál es el problema?
Le recomiendo responder lo siguiente:
—Ninguno, mi estimado, le decía yo aquí al señor agente que quiero abrir una cuenta de ahorros y él me dice que si no tengo un ingreso fijo debo traer una nota de mi señor esposo certificando que él me mantiene.
—Bueno, sí… (Interrúmpalo).
—Soy mendiga y puta recreacional.
—¿Perdón?
—Me ha escuchado usted perfectamente, de esas dos actividades van a provenir mis ingresos. Y ahora ¿a las que abren cuentas para evadir impuestos, a las que lavan dinero del narcotráfico o a las políticas que nada más subir al poder empiezan a engordar sus cuentas también les piden cartitas de sus cacheros?
En fin, voy a dejar este diálogo con un final abierto, denle ustedes la conclusión que mejor les parezca, pero nunca se olviden de que, a pesar de que muchos se llenen la boca jurando y perjurando, en este país nos siguen considerando menores de edad durante toda la vida. Pretenden que seamos eternas niñas a las que les permiten, a veces, jugar con las cosas de los adultos, no podemos abrir cuentas de banco, nos siguen plantando, quieras o no, el ‘apellido de casada’, y cuando reclamas te dicen que ¡a pesar de que hay una ley de la República que dice lo contrario!, eso es lo acostumbrado y que ahora puedes, si quieres, reclamar para que te lo quiten. (Otro día les cuento esa odisea).
Y para abrir una cuenta de ahorros debemos justificar nuestros ingresos, pero no como el resto de los hombres machos masculinos, sino a través de una carta de nuestro chulo que jure que nos mantiene.
Hala, miren a ver, señoras manifestantas, si amerita hacer un par de manifas delante de los organismos correspondientes.