“Sé que llorarás…”
“Por tu mal comportamiento /te vas a arrepentir./ (…) / Llorarás y llorarás/ Sin alguien que te consuele…”
La letra de esta canción lleva rondando mi cabeza varios días, la tarateo en bucle y mi cerebro parece haber encontrado en ella la satisfacción de la revancha.
Pero esperen un momento, primero lo primero: como pueden leer he regresado y a partir de hoy todos los domingos nos veremos aquí, para volver a aullar en manada, una vez que he concluido los asuntos varios que me mantuvieron alejada de todos ustedes y una vez también que los que se creyeron omnímodos e impunes se han ido, con la cola entre las patas, a refugiarse allende los mares o tras los muros del monipodio centroamericano. Salgo de mi guarida y regreso.
Una vez establecida mi vuelta pasemos a las carcajadas, las que me llevo echando cada vez que me acuerdo y la letra de la canción de Óscar De León me lo permite: los progres están de capa caída. No sabemos cómo van a poder sobrevivir a esta horribilis hebdomada, a esta terrible semana en la que de este lado del charco han visto apaleadas sus ilusiones de que los antiminas fueran más y del otro lado del charco, la jauría incendiaria del mitú ha revuelto sus fauces inquisitoriales contra uno de los suyos. Si sumamos a esto que los cinco países nórdicos, aquellos que iniciaron hace unos años las políticas de somos superbuenos, han firmado un acuerdo de cooperación y han cerrado filas para comenzar con las expulsiones a tutiplén de los ilegales que no comen jamón; que al parecer los terroristas que asesinan bebés en sus cunas y violan y arrastran a una jovencita atada a un vehículo hasta destazarla mientras se ríen y lo graban, están siendo machacados por los supuestos cobardes que son menos que ellos; nos encontramos con un panorama bastante desalentador para la izquierda despierta. Su única esperanza es que la niña de oro, (nótese la fina ironía), que nunca ha trabajado en una cadena de comida rápida, gane las elecciones del país al norte del río Bravo. Si esto no ocurre no respondo de la sanidad mental de muchos de ellos.
Ya, ya sé que no está bien alegrarse de las desgracias ajenas, pero de verdad, señores, que me congratula que mi regreso haya coincidido con este tipo de noticias las cuales, por lo menos nos dan esperanza. Esperanza en que no todo está perdido y en que la gente aún tiene un par de neuronas que les hagan sinapsis después de varios años en los que la estupidez campó por sus fueros, acribillando al sentido común a base de gritar consignas vacías y repetir boutades en las redes sociales, en estos años en los que aquel que pensaba distinto era arrojado a los perros por los defensores de lo políticamente correcto y el qué dirán. Después de años en los que tener un pensamiento diferente al de aquellos que cerraban calles y quemaban ruedas era un pasaje directo a las fauces de la cancelación, es maravilloso darse cuenta de que no. No son más, aunque griten mucho. No son más aunque ellos crean que X es la única realidad que existe y es maravilloso darse cuenta de que las mandíbulas babeantes de los perros falderos de los wokes se están volviendo contra los que hasta ahora jaleaban el despedazamiento.
¿Ya nos damos cuenta de que la mayoría no se gana en las calles sino en las urnas? ¿Aprendimos que en las próximas elecciones pueden terminar ganando aquellos que no nos convienen? ¿Ya hemos aprendido que los tiranos siguen siendo tiranos aunque creamos que son ‘nuestros’? ¿Y aprendimos que las denuncias hay que ponerlas ante las autoridades competentes y no soltarlas en las redes sociales porque echarnos al pico la presunción de inocencia y el debido proceso quizás termine por volverse en nuestra contra?
No, no creo que hayamos aprendido demasiado, el ser humano es terco y empecinado, pero por mi parte esta ha sido una semana de buenas noticias y sigo con la melodía pegajosa en mi cabeza «Llorarás, llorarás, llorarás…”.