Cuando los actuales regentes del gobierno tomaron el control del Estado, una de las manifestaciones más alentadoras eran que la educación sería la estrella de la administración pública.
El gobierno se aproxima a entregar el poder a sus sucesores y es difícil lograr que, la prometida estrella del sistema educativo, brille con la intensidad que se requiere.
Las escuelas se caen, la alimentación de los niños no llega a tiempo y el pago adeudado a docentes no se cumple.
Son evidentes los retrasos en el sistema educativo y cada día los padres de familia se expresan con encono porque el sistema enseñanza- aprendizaje no es el mas adecuado por las condiciones precarias en que los alumnos dan clases.
Además se une a este malestar que en la riberas del Canal de Panamá, bien que se supone nos sacaría del ostracismo económico, hay más de 200 mil analfabetas sin contar la epidemia de menesteroso que indignamente se pasean por las ciudades.
La fulgurante estrella de la educación que prometió el gobierno no llegó a brillar y tampoco se iluminará cuando faltan unos 18 meses para que el principal regente del Estado deje de lucir la banda presidencial que otro ostentará.
Pero no podemos inclinar toda la balanza del problema al gobierno.
Los educadores, que son piedra angular para el proceso enseñanza- aprendizaje, parecen dedicar más tiempo a la ociosidad y al fomento desordenado del incumplimiento a las labores asignadas, mediante llamados a huelgas o reuniones que impiden el normal desarrollo del sistema.
Ranchos escuelas, niños con hambre y docentes politiqueros no contribuyen al desarrollo del país.
Por lo tanto, en vez de avanzar hacia mejores objetivos estamos estancando el proceso de enseñanzas y, por ende, frenando el desarrollo de un país tan maravilloso pero poblado de dirigentes nefastos que obstaculizan y no abren las compuertas intelectuales para que la sabiduría fluya entre el estudiantado.