Nos repetimos una y otra vez que no estamos a gusto en el momento y en el lugar en el que estamos. Nos quejamos una y otra vez, rezongamos por lo bajo. No nos gusta nuestro trabajo. No nos gusta nuestra pareja. No nos gusta la persona en la que nos hemos convertido. No nos gusta el alcalde que se eligió, ni nos gusta el jaez de la jarca que pulula por el palacio legislativo. No nos gustan muchas cosas. Así como no nos gustan las aceitunas con hueso en los tamales.
No nos gustan, nos quejamos en redes, en el chat, les damos la brasa a nuestros amigos, ¿y? Pues nada, nos quejamos y no hacemos nada más.
Eso es parte de ser humano. Muchos se estarán preguntando ahora ¿por qué? Pues porque al ser humano le asustan los cambios mucho más de lo que asusta encontrarse con el hueso de las aceitunas en la masa de maíz.
No me gusta la persona que tengo al lado, a mi edad ¿quién me va a querer? ¿Y si me quedo solo? No me gusta la persona que tengo al lado pero… peor es nada.
No me gusta mi casa, es una caja de cerillas, y los vecinos son odiosos, su música bachatera los viernes en la noche es infumable; o bien el culto jumpi jumpi que tienen todos los fines de semana no me deja ni pecar de pensamiento, mucho menos de obra. ¿Entonces? Ay, es que una mudanza es muy complicada, no encuentro nada que me guste, ¿y si en el otro lugar estoy peor?
Mis colaboradores son una panda de inútiles que me hacen agarrar rabia cada dos días, ¿los despido? No, ¿por qué?, porque quién sabe, porque a lo peor y no encuentro a nadie mejor, porque voy a tener que entrenar al que venga, porque patatas.
Mi jefe es un cabrón, (o mi jefa una arpía), que se pasa el código laboral por los forros, ¿renuncio? No, porque ¿y si no encuentro nada mejor? Al fin y al cabo cobro cada quincena, mejor me quedo aquí, total, solo me quedan 21 años para jubilarme.
El país se está yendo a la verga, ¿hacemos algo para cambiarlo? Uuuuuuf, eso es muy complicado, el viernes me viene mal porque ya quedé para celebrar el quinceaños de la hija de Zutanito, y el lunes imposible porque tengo cita en el dentista. Que proteste otro porque como la cosa está tan mal seguro que todos van y entonces ¿para qué voy a ir yo si total nadie me va a echar de menos?
La realidad es que no nos gustan los cambios porque cambiar es muy cansado. El cambio de situación, de casa, de país, de proveedor de tamales, siempre implica un esfuerzo, una ruptura del paradigma, un duelo y un nuevo inicio. Y nos resistimos al cambio, no en vano la pereza es uno de los pecados capitales.
Nos ponemos cientos de excusas, cuando yo escucho a alguien a mi alrededor diciéndolas una detrás de la otra siempre recuerdo a mi maestra de primaria cuando le dábamos una excusa y ella la descartaba con un gesto de la mano y un <<Es que, pereque, burreque>>, significando que los “Es que…”, y los “Pero…” no eran más que síntomas de burredad recalcitrante.
No nos gustan los cambios, la vida no es justa, a veces las circunstancias se complican, no, no debemos resignarnos ni ser felices con lo que nos tocó, no esto no va de ser guerreros ni de exigir que sea el otro el que cambie. Dejémonos de positividades tóxicas y de zarandajas en vinagre, mueve tu puto culo, aprieta los dientes y emprende la tarea de mudarte, de cambiar de pareja, de buscar otro trabajo, de protestar o de cambiar de proveedor de tamales. Y si el jefe te mete mano deja de exigir que alguien venga en tu rescate y enfrenta el cambio con un rodillazo en los huevos y un codazo en los dientes.
Cambia tú de una puta vez.