El mundo se estremece sentimentalmente con el fallecimiento de la Reina Isabel del Reino Unido.
La soberna de 96 años, logró durante su vida, ver las
más horrorosas confrontaciones bélicas que arrancaron
ilusiones juveniles y enlutecieron a miles de familias que
vieron a sus hijos morir acribillados en Vietnam, caer en
Afganistán, desgarrados en Ucrania y masacrados por
una cruenta invasión que el 20 de diciembre de 1989
laceró la tranquilidad de la República de Panamá donde
viven muchos descendientes de súbditos británicos que
llegaron aquí para construir esa portentosa obra llamada
canal.
El universo se aflige por tan luctuoso acontecimiento y
Panamá se une al duelo, pero para nosotros este presar
debe ser pasajero porque mientras en el Reino Unidos
lloran a la soberna, nosotros diariamente, nos
lamentamos de las escuelas en situaciones deplorables,
niños sin las condiciones alimenticias adecuadas, un
sistema judicial que hace genuflexiones a políticos
influyentes y una pandemia llamada hambre que azota a
los pueblos miserables cuyos habitantes son debilitados
física e intelectualmente.
Ha muerto la Reina Isabel II, la Soberana del Reino
Unido que a principios de la década de los años
cincuenta visitó Panamá y, atendida por el presidente
José Antonio Remón Cantera, conoció el Canal, vía
interoceánica que se construyó con el esfuerzo y
participación de súbditos británicos murieron aportando
una gota de heroicidad.
Mientras en el Reino Unidos lamentan la muerte de
su soberana, nosotros lloramos aquí la muerte por
inacción de aquellos panameños, y especialmente los
niños, que despiertan un día como hoy y no tienen nada
que comer
Editorial