No es tan conocido en Panamá, pero es uno de los juegos de mesa preferidos entre los niños y los no tan niños en España: el juego de la oca. Es un tablero en forma de camino espiral, cada jugador tira el dado avanzando según el número que el dado dicte. Son sesenta y tres casillas, y dependiendo de la casilla en la que caiga tu ficha puedes avanzar más rápido, debes quedarte alguna tirada castigado o pueden ordenarte retroceder.
El jardín de la oca es el final del juego, el ganador es aquel que logra llegar hasta allí en primer lugar. Hoy he estado charlando con algunos amigos acerca de las religiones y de aquello que ofrecen en el Más Allá.
Este tema es peliagudo, haciendo un repaso rápido pasamos por encima del Paraíso musulmán, para los hombres, pues bien, lo de las siete decenas y pico de huríes y todo eso, pues vale. Pero para las mujeres hay pocos alicientes. No nos convenció demasiado. Uno de ellos afirmaba taxativamente que él se pedía el Valhalla, ¿y quién puede negárselo? Hidromiel a espuertas, comida a carretadas, mucha testosterona y contando con que las vikingas también podían ser guerreras y morir en batalla, ¡puerta abierta para las mujeres! Punto para Göllnir.
En cuanto al Más Allá cristiano, ya todos sabemos lo que nos espera, a los buenos el Paraíso, en este caso para contemplar eternamente el rostro de Dios, gozando para siempre jamás de los jamases de su Gloria, y de vez en cuando asomarnos a contemplar y reírnos de los sufrimientos de los condenados.
La vida es un juego de la oca, vamos tirando los dados a ciegas, buscando la forma de avanzar sin quedarnos tirados demasiado tiempo en una casilla. Lo malo es que no tenemos muy claro cómo reaccionaremos cuando crucemos el umbral de luz después de estirar la pata o patear el balde.
Al final no nos queda mucho más que reírnos a carcajadas, comer delicioso, beber hasta atragantarnos, besarnos mucho, reunirnos, decirnos que nos queremos. O que nos odiamos.
Porque eso es a lo que yo quería llegar hoy, a ser malos. Creo que lo de ser bueno está sobrevalorado. En serio, creemos que siendo buenos vamos a lograr ¿qué? La moral prima por encima de la ética, ser bueno en el concepto cristiano, en el protestante, hacer lo que nos dicen; y cuando caemos por mala suerte o mal cálculo en la casilla equivocada pagar penitencia. El castigo que nos redime de lo que hemos hecho, arrepentirnos, pedir perdón y tirar adelante hasta llegar al Paraíso.
Digan ustedes lo que quieran, prefiero el concepto ético, saber la diferencia entre el bien y el mal, y saber que debemos hacer el bien aunque nadie nos vea, aunque creamos que ese mal no va a tener consecuencias, el bien por el bien. Mientras no cambiemos el norte de la moral por el norte de la ética nada de lo que queremos cambiar va a cambiar.
El juego de la oca de la vida permite trampas, claro que sí, y las religiones nos permiten esas trampas siempre y cuando luego hagamos penitencia.
No me sirven los atajos, en el juego de la oca las sesenta y tres casillas debemos cubrirlas completas y si vemos trampas tenemos que señalarlas, no me sirve que me digan que no es su asunto, no me sirve que denuncien las trampas diez años después. Nada de eso es correcto. Aunque ustedes piensen que son unos correctos seguidores de sus respectivos dioses, el juego de la oca, el camino iniciático de la vida es lo que manda. Y allí solo sirve el haberlo recorrido con conciencia. Y con ética.