Platón dijo hace muchos siglos que en el hombre hay un auriga que intenta gobernar un caballo desbocado. Como lo de los aurigas y la equitación parece estar demodé, hace bastantes menos años Jonathan Haidt afirmó que “Nuestro lado emocional es un elefante y el racional su cornaca, el control del cornaca es precario porque es muy pequeño comparado con el elefante”, debe ser que Sandokán nos acerca más a los mahouts y sus paquidérmicas monturas, en fin, la analogía se ve clara, ¿no?
El hombre no es ni por asomo tan racional como pensamos, nuestra mente tiene dos sistemas operativos y esto no lo digo yo, lo dice IG y lo dice Kahnemann (quien es, por cierto, el único psicólogo que ha recibido el Premio Nobel de Economía), estos dos sistemas operativos son el racional y el intuitivo.
Como no hace falta explicar, el racional es aquel al que apela nuestra humanidad, nos gusta creernos conscientes, reflexivos. Nos tranquiliza imaginarnos haciendo análisis concienzudos y no dejándonos arrastrar por los instintos… bla bla bla bla. Bullshit.
Y luego está el intuitivo, los instintos, el que ha logrado mantener a estos monos mal hechos a salvo durante millones de años. Este es más chispa, nos da respuestas muy rápidas pero obviamente irreflexivas. El sistema intuitivo responde a una única cosa: la supervivencia.
Transcribiendo las palabras de Haidt, de su libro The Happiness Hypothesis: Finding Modern Truth in Ancient Wisdom: “A simple vista es obvio pensar que el jinete es quien manda en teoría así es por eso lleva las riendas. Pero el elefante es mucho bicho para ser doblegado por algo tan pequeño y a menos que ambos vayan muy alineados la disputa está asegurada y normalmente será el elefante quien gane”.
No sé equivoquen ustedes, no os equivoquéis para nada, aquellas partes del ser humano que a vosotros más os gustan, que todos alabamos y aplaudimos, estas partes, como, por ejemplo, la solidaridad, la compasión y el afecto, todos esos son partes del sistema emocional, no del racional, y también forman parte de este sistema el egoísmo, el odio y el miedo, entonces ¿qué hace la parte racional? Pues ya lo dije al inicio, tratar de controlar ese elefante, o ese caballo desbocado. Tratar de controlar esos instintos, la parte racional es la que te dice que no puedes donarlo todo a los pobres porque, bueno, porque tienes que pagar el alquiler la próxima semana, o que no puedes agredir a otra persona porque estamos en una sociedad dizque civilizada.
Pero, ¿sabéis cuál es la realidad?, la real de la leyenda es que a un elefante enfurecido no lo para ni dios, a no ser que alguien tenga los arrestos de un elfo de treparse a la grupa del mûmak y endosarle tres flechazos en el cráneo o las gónadas de un romano, como Julio César y sus legionarios de la V «Alaudae» quienes, armados con un gladio y un escudo, en el año 46 a.C., lucharon contra los sesenta y cuatro elefantes de guerra del rey Juba en Tapso y vencieron a Quinto Cecilio Metelo Escipión.
Que no, que no sigan pensando en que somos racionales, es más, no es bueno que lo seamos, ¿saben por qué? Pues porque siempre, pero oigan, siempre, siempre, va a haber un gorila que se crea el jefe de la montaña, se dé unos golpes en el pecho y decida empezar a matar gente. Y a ese no lo paran las palabras. Si alguien está violando a su mujer, y haciendo que su hijo lo vea, las palabras bonitas no le van a hacer parar, no deje usted salir a su elefante embravecido y verá cómo le va, a usted, a su familia y a su raciocinio.
Váyanse a la mierda con los paños calientes, y sí, yo quiero estar segura de que, si lo necesito, alguien va a salir en mi defensa.