Dicen que la distancia es el olvido,
pero tú no concibes esta razón
porque quieres seguir teniéndonos cautivos
de los caprichos de tu sinrazón.
Parafraseo hoy, para empezar esta columna, la letra de ‘La barca’, canción conocida por todos y sin duda tarareada por el ya no ministro Carlos Aguilar, el de infausta memoria, mientras preparaba este monstruo frankensteíno.
Me lo imagino, con su espíritu sapuno, frotándose las manitas, mientras sonríe con gesto sibilino, pasándose por el arco del triunfo las conclusiones de las mesas de trabajo con los interlocutores del gremio mientras redactaba junto con su camarilla, el Anteproyecto de ley general del artista y trabajadores del arte. Dantesco, y realmente espero que todos ellos terminen en el noveno círculo del infierno de Dante, aunque en realidad es demasiada belleza y calidad literaria para engendrillos tan poco dotados de cacumen.
En fin, que el tipo se larga dejando sobre la mesa una sarta de estupideces que pretenden ser la ley que proteja y vele por el bienestar de los artistas. Intenta regular las relaciones laborales ya normadas por el Código de Trabajo. Tiene artículos que atenten directamente con eventos como el FAE, el Panamá Jazz Festival, Iberescena, y perjudica a los pequeños productores, metiendo con calzador un tanto por ciento de actores panameños, dejando por fuera a cualquier otra persona, así sea que tenga permiso de residencia y de trabajo legal. Olvídense de los monólogos de personalidades televisivas o de cómicos famosos.
¿Pensaron ellos que los demás países puedan aplicarnos el principio de reciprocidad con la retorsión? No, no lo pensaron. Olvídense del orgullo de tener actores del patio en producciones internacionales, todos “quietos en home”. Confórmense con las producciones nacionales, perpetuando la mediocridad y evitando la proyección internacional del talento nacional. Pero es mejor eliminar competencia. Claro que sí, tarados.
El artículo 13 abre las puertas a que los sindicatos se conviertan en mafias, y rechacen a uno u otro espectáculo, lo bloqueen o lo acepten a cambio de dinero. ¿Dicen ustedes que eso no podría pasar en Panamá? Ustedes saben en el país en el que vivimos, ¿verdad?, Panamá, ese país de intereses avalados por ley donde pequeños grupos luchan sólo por fortalecer solamente sus privilegios y cuotas de poder.
Hay demasiado patrioterismo trasnochado en este galimatías y un desconocimiento total de la forma en la que se mueve la economía, esta ley no atiende al bienestar del artista, si no al de los «sindicatos». ¿Y si el artista no forma parte de ningún gremio o sindicato? ¿Habrá afiliación obligatoria?
En este galimatías absurdo se llenan la boca hablando de tonterías como el ‘eje temático’, como si al público le interesara tamaña pendejez que solo es relevante para los burócratas sentados en un escritorio rascándose las gónadas mientras tratan de justificar su sueldazo injustificable.
¿Han contemplado las cooperativas de artistas que producen espectáculos? Son asociados, ninguno es empleado del otro y son iguales, se rigen bajo el régimen de IPACOOP. No, no lo han contemplado. ¿Han contemplado en el anteproyecto de ley algo sobre las ONG´s y las fundaciones que utilizan el arte para educar, en festivales y eventos? Obvio que no, no las han contemplado, tampoco a los escritores, quienes se suben a un escenario y leen sus textos. No son recitadores, son escritores. ¡Ah, esperen!, pero es que pretenden que los poetas, igual que los historiadores, solo puedan ser panameños para ejercer en Panamá…
Lo dicho, ese tiparraco se fue queriendo perpetuarse en nuestra memoria como lo peor que le ha pasado a la cultura panameña en décadas.
Señora nueva ministra, no cometa los mismos errores que su antecesor, de infausta memoria, mire dónde pisó él para no seguir la senda. Sea más lista. No sea tan bruta.