Los ritos de paso han existido desde que el ser humano lo es. Porque necesitamos rituales para sentir el paso del tiempo, para marcar las etapas que hemos quemado y tener presentes aquellas que aún nos quedan.
Los ritos de paso son aún fundamentales en nuestra vida, por muy progre que seas y muy rompedor y muy rebelde, hay un momento en la vida en el que cambias de un estado a otro y eso se marca de una u otra forma, cuando naciste, por ejemplo, te impusieron un nombre (que te guste o no, no tiene nada que ver con que el rito de paso no sirva sino con el mal gusto de tus progenitores y de eso nadie tiene la culpa), a partir de ahí los ritos de paso se multiplican dependiendo de las distintas culturas, el primer corte de pelo a los tres años, la primera comunión, el bat o bar mitzvah, la confirmación, el servicio militar o la puesta de largo…Todos ellos van señalando el cambio. Y sí, de acuerdo, ya no es necesario, (o quizás lo sea más de lo que creemos pero no queremos reconocerlo), que lancemos a los chiquillos al monte a sobrevivir solos durante una luna para ver si son dignos, y sí, quizás hoy ya no sea requisito sine qua non para las mujeres lo de casarse nada más tener la primera regla para poder asegurar descendencia antes de morir alrededor de los treinta años, sí, todos sabemos y los progres más, que son súper listos y espabilados, que las mujeres hoy en día son tan independientes que pueden tener a los hijos ellas solas (aunque haya que hacerles ver que aún solas no los tienen, porque la mitad del material genético de su retoño es de algún señor, aunque ellas o su hije nunca jamás lo vayan a reconocer y que, además, de lo que se ha tratado toda la puta vida de Dios es de aligerar la carga, joder, que sí, que podemos hacerlo todo nosotras solas pero a ver, ¿cómo para qué cojones querríamos hacerlo todo solas?, en fin). Como decía antes, todos sabemos que lo de la puesta de largo, o la presentación en sociedad, o los quinceaños, (que todas ellas no son más que variantes del mismo rito), quizás ya no marquen nada demasiado relevante, vale. Pero a ver, giliprogres, ¿no que vosotres defendéis a muerte la libertad? ¿No que estáis a favor de que se permita a todos, todas y todes expresarse como a cada une le salga del coñe? ¿Cómo entonces osáis, almas de cántaro palurdo e ignorante, arremeter contra la celebración de los ritos de paso que a cada uno le apetezca? Sobre todo, y más que nada porque en este caso el tal rito se celebra en un club privado (¿necesitáis la definición del término ‘privado’?, básteos saber que es lo opuesto a que a vosotres se os obligue a pertenecer a él). Que un grupo de personas, según su libre albedrío y entender hagan con su tiempo y su dinero lo que les pique el forro de sus santos cojones, a vosotres, neoinquisidores de la nueva moral que pretendéis imponer a golpe de ciberacoso y burdas burlas (os confieso que iba a escribir ‘defender a capa y espada’ pero luego recordé que para lo de la capa y la espada el honor se suponía, como el valor a los soldados y que la mayor parte de vosotres, radicalilles de pacotille, no sabéis lo que es ninguna de esas dos palabras) en redes sociales.
A ver si vamos entendiendo de una puta buena vez que exigir que a ti te permitan no enfrentarte a ritos de paso, quedándote para siempre en un limbo de adolescencia permanente, siendo un petarde malcriade e insegure, no tiene porqué implicar que el resto de la sociedad tenga que seguir vuestre ejemple.
Y para eso escribo yo esta columna hoy, porque sé que hay niñas avergonzadas, que han llorado por las babas que algunes de vosotres habéis esparcido, y que lo que tenía que haber sido un día bonito para ellas y sus familias, se ha convertido en un mal recuerdo gracias a les defensores de la liberté.
Venga, imbéciles, dejad de meteros con niños y buscad a alguien de vuestro tamaño de maldad, a mí, por ejemplo. A ver si hay huevos de defender ese tipo de libertad enfrente de mí