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Aullido de Loba

KW Continente por KW Continente
05/08/2025
en Noticias
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Aullido de Loba

La democracia como afrenta

Hay una nueva moda, muy de estos tiempos: protestar no contra el poder, sino contra el pueblo. Salir a las calles no porque te repriman, sino porque la mayoría ha votado mal. Gritar en nombre de la democracia… pero solo si no gana tu candidato. Porque si el que gana no te gusta, “es fascismo”.

            Llevo un mes contando —sí, contando, así de rara soy— las cabezas visibles de cada cierre, cada bloqueo y cada autoproclamada “voz del pueblo”. Y concediéndoles, con una generosidad matemática que roza la fantasía, que en cada protesta haya participado gente distinta (lo cual, como ustedes bien saben, es mentira, porque son siempre las mismas figuritas repetidas), el resultado es de una brutal certeza: los que mantienen al país en vilo suman el 0.09% de la población adulta panameña. No llegan ni a tres mil personas en un país donde casi tres millones pueden votar. Ni siquiera llenan el estadio Rommel Fernández. 

            Y con esa minúscula proporción tienen el descaro de negar la legitimidad de un presidente electo por el 34% de los votantes, una proporción más de 370 veces mayor. No, señores ustedes no son la voz del pueblo, son apenas un eco bien organizado. 

            En los últimos tiempos, y este es un fenómeno global, una generación que se crio escuchando que el cielo es el límite y que nadie nunca podía decirles que no, en talleres de empoderamiento emocional y con programas de comiquitas educativas, ha decidido que la soberanía popular es peligrosa si no coincide con sus dogmas. Que votar está bien, siempre y cuando se vote a los buenos. Que la democracia se mide, no por el proceso, sino por el resultado. Y los buenos son, claro está, los que ellos dicen. Con dos cataplines como los del caballo de Espartero.

            Porque si las urnas proclaman un nombre que hiere sus delicados oídos entonces no hay que respetar el veredicto, sino salir a la calle a “resistir”. ¿Resistir a quién, exactamente? ¿Al vecino que piensa distinto? ¿A la señora que quiere una mina, sí, porque la minería per se es legal y está recogida en la Constitución panameña? ¿O a los que sí se han leído la Ley 462 y les parece bien?

            Vivimos tiempos extraños, vivimos en la era del golpe democrático a la inversa: no es el gobernante el tirano que desconoce las elecciones, sino los autoproclamados demócratas los tiranuelos que se niegan a aceptar que el pueblo puede votar algo que no pase por sus filtros de género, diversidad, transición energética y pedagogía economicista.

            Y llega el espectáculo: cacerolas de boutique, comunicados en Comic Sans, lágrimas performativas en TikTok, y todo un ejército de indignados profesionales que confunden la disidencia con el apocalipsis. “¡Fascismo!”, gritan, cuando lo que en realidad les aterra es perder el monopolio del discurso, que nadie llegue a descifrar el vacío de ese lenguaje untado en eufemismos y gazmoñerías galimatísticas con el que colonizan la realidad sin disparar una bala.

            Y cuidado, porque el mecanismo es perfecto, no importa que las elecciones hayan sido limpias y conformes a la legislación vigente. No. El crimen está en el mensaje. El problema es que es imposible que ‘el pueblo’ piense distinto a ‘ellos’ que se han autoproclamado ‘el único pueblo’. Y eso, para los guardianes de la verdad, es insoportable, así como para los miembros del Frente Popular de Judea, el Frente Judaico Popular, el Frente Popular Judaico de Judea, la Unión del Pueblo Judaico, el Frente del Pueblo Judaico, y el Frente del Pueblo de Judea era impensable que ninguno de los otros pudiera tener la razón.

            Hoy en día, al parecer, lo escandaloso es la disidencia de la mayoría. No hay nada más revolucionario que un pueblo que vota sin pedir permiso al progresismo, al comunismo o a cualquier -ismo que aparezca con cantos de sirena y olor a llanta quemada.

            Yo, contando cabezas, (veintidós había hoy en el cierre de la Transístmica, veintidós, juéguenlo para el domingo), reflexiono acerca de la democracia. Por lo visto hay algunos que piensan que debemos empezar a tener una democracia escolar, es decir, si votamos bien, pasamos de curso, si no, nos castigan hasta que aprendamos a ser “buenos” y a votar como ellos quieren que votemos.

            No perdamos de vista que el 99.91% de la población adulta panameña no ha participado en esas protestas.¿Qué quiere decir eso? ¿Que están de acuerdo con todo lo que hace el gobierno? Pues a lo mejor no, nadie puede estar de acuerdo con todo lo que hace un gobierno, pero no insistan, pesaos, que son ustedes unos pesaos, la gran mayoría queremos paz, poder trabajar y vivir tranquilos y no estar pendientes de que un par de descerebrados decidan cerrar una calle porque un presidente democráticamente elegido y una Asamblea que también lo fue hacen el trabajo para el que los eligieron. Bien o mal, eso se debe calificar en las próximas elecciones, no castigando a los compañeros de pupitre que no tenemos nada que ver con el tema. 

            Como nada tiene que ver con el tema la niña que en estos momentos, mientras tecleo se debate entre la vida y la muerte. Porque hace apenas unas horas los estudiantes inocentes, los iluminados de la rebeldía con discursos de asamblea universitaria, acaban de ganarse su verdadera medalla: una pedrada, lanzada por manos pacíficas y conscientes, impactó en un carro y ha dejado a una niña luchando por su vida en el hospital. Una niña. No un político, no una multinacional, no “el sistema”, la vida de una criatura con la que una sarta de descerebrados jugó a la revolución. ¿Y ahora qué? ¿Dónde están los comunicados con hashtags? ¡No somos criminales! Sí, lo son. La piedra es suya. La sangre es suya. El crimen es suyo.

            Esto ya no es protesta: es terrorismo de acera, sí. Cobarde, encapuchado, consciente de sus actos y al que le importan un carajo las consecuencias y los daños colaterales. Y esos daños colaterales no son culpa del gobierno, ni de la policía, ni de la mina, ni de la historia, son culpa suya. Y ni todo el humo de las llantas quemadas podrá tapar eso.

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