En todo sistema jurídico hay preceptos legales que deben respetarse y en un proceso electoral, como el que se aproxima, intentar frenar la popularidad e integridad de aquel que la mayoría aclama, es una imperdonable distorsión que atenta contra la pureza del escrutinio.
Estamos iniciando un proceso electoral; empiezan a hervir las pasiones políticas, se trata a última hora, de hacer componendas que son, evidentemente, un intento de evitar el triunfo arrolladora del ciudadano que la mayoría desea que entre triunfante al Palacio de las Garzas.
Es evidentemente que hay un ciudadano que las encuestas lo ubican como el aspirante presidencial de más arraigo popular sin embargo, tentáculos delictivos intentan frenar su avance.
Si deseamos que el proceso electoral sea una actividad sin distorsiones, lo más prudente sería abrir el grifo de oportunidades y no frenar las aspiraciones de ninguno, de tal manera, que podemos garantizar que se cumplió el objetivo, se realizaron unas elecciones honestas y no se amañó el proceso empañando, con una descarada trampa, la voluntad de los electores.