La diversión es una de las característica de los panameños.
Donde suena un tambor y hay actividad festiva lo más seguro que entre los organizadores hay un panameño.
Somo un pueblo despreocupado que hacemos de cualquiera ocasión una pachanga y el desenfreno se realiza en toda ocasión hasta el extremo que para divertirnos mezclamos lo religioso con lo profano.
Si bien es cierto que la diversión es necesaria para ahuyentar nuestras cuitas, también nos puede malograr aspectos morales, financieros y hasta políticos.
Estamos en un período donde el péndulo electoral oscila de una extremo a otro.
Mientras se preparan plataformas festivas, aspirante a cargos públicos actúan siniestramente para truncar aspiraciones o tergiversar los hechos.
Mientras damos rienda suelta a nuestros jolgorios estamos olvidando que hay tentáculos peligrosos que intentan desvirtuar los hechos para favorecer a otros que no gozan de simpatías.
Debemos aprender de errores pasados. Debemos estar alertas para evitar que embaucadores políticos aprovechen nuestro espíritus festivo para distorsionar hechos clavando un tenebroso puñal político a través de un sistema judicial.
La diversión puede ser fatal porque estamos distraídos en la pachanga, bailando al compás de tambores y clarines, mientras mentes diabólicas preparan las condiciones para arrebatar el triunfo a quien verdaderamente lo merece.
Alerta panameños.
Mientras saltamos y bailamos no olvidemos que se afilan guillotinas para truncar aspiraciones y descuartizar liderazgos.