La República de Panamá, un país salpicado de heroicidad, no se aflige en la celebración de fiestas universales que momentáneamente frenan problemas cotidianos para disfrutar mejores días y anhelar prosperidad para el año venidero.
No podemos negar que estas felicidades constituyen un bálsamo emocional temporal que nos llenan de un vigor espiritual indescriptible.
La tan cacareada felicidad que nos profesamos los unos a los otros, son expresiones temporales que nos embriagan momentáneamente mientras celebramos la navidad, el fin del año y si extendemos el entusiasmo, hasta el Día de Reyes.
Vivimos una felicidad momentánea. No podemos estar alegres mientras existan mortificantes acciones gubernamentales.
Quién puede ser feliz esperando durante más de una hora un transporte colectivo inadecuado.
Pregúntele a la madre desesperada si es feliz cuando no logra el alimento o los medicamentos que garantice una vida pletórica de salud para sus hijos. No pueden ser felices aquellos que carecen de agua potable o residen en barrios donde prolifera la basura con sus nefastas consecuencias para la salud.
No es feliz aquel que transita por avenidas llenas de huecos o ambientes inseguros donde la vida no es un tesoro seguro.
La cacareada “feliz navidad” es una expresión llena de dudosas repercusión; pareciera ser una broma de mal gusto cuando le agregamos la sonsa expresión “próspero año nuevo”.
No nos llenemos de ilusiones la felicidad de hoy es pasajera porque vienen momentos tormentosos para el país; soplan aires de inconformidades que, de no frenarse, se convertirán en huracanes socialmente destructores.