Es evidente que un puñado de influyentes, allegados al gobierno, viven bien mientras el populacho rumiando sus pesares, pernocta abrigado por la miseria. Los rencores contra el gobierno no terminan; el sistema financiero tambalea de tal manera que podría dar al traste con el anhelo de tener un país libre de lacras económicas.
La nación está sumergida en un grave problema social cuyos causantes no logran frenar.
El grito lastimero del pueblo moralmente herido retumba de un extremo a otro del país. No cesan las manifestaciones contra quienes pensaron que con palabras rimbombantes escondieron falacias e intentaron parecer inmaculados.
Las manifestaciones,a pesar de sus ribetes carnavalescos , son tormentas agrias de un pueblo que se siente engañado por irreverencia públicas.
Arde en las calles el rencor generado por aquellos que fallaron en su intento por aparentar “honradez acrisolada”.
Las fallas cometidas por la casta gobernante es irreversible y su intento de perpetuarse en el poder será frenado por la avalancha de votos que el 5 de mayo del 2024 sepultará candidaturas insípidas e incoloras. Panamá está despertando. Ya no es la otrora internacionalmente ridiculizada república banana.
El pueblo exige y no mendiga.