Cumpliendo el riguroso calendario de fechas conmemorativas, hoy hacemos una pausa de nuestros afanes rutinarias para recordar a nuestros allegados que después de cumplir sus misiones terrenales partieron de este mundo plagado de ingratitudes.
No pequemos de olvidadizos y recordemos con fervoroso amor a quienes en vida supieron cultivar nuestra amistad, compartir nuestros anhelos, abrigar nuestras esperanzas o con sus obras enaltecieron a esta patria que, por circunstancias especiales, trastabilla socialmente herida.
Hoy es un día de reflexión. La ocasión es propicia para recordar aquellos que en vida amamos; musitemos oraciones y vertamos lágrimas en su memoria .
Pensemos en quienes nos antecedieron en la marcha fúnebre hacia el cementerio donde reposan abrigados por el calor terrenal de esta patria moralmente herida.
Pero en estos momentos, con la tranquilidad estremecida por un pueblo que se desgañita en las calles, olvidémonos momentáneamente de los muertos que están reconfortados en el regazo del redentor y preocupémonos por los vivos que padecen falta de pan, medicinas, atolondrados por mediocre atención sanitaria y atontados por punzantes dardos envenenados de mentiras.
Recordemos a nuestros difuntos; lloremos y recemos por ellos pero también vertamos llantos por los que viven martirizados por el hambre, acorralados por angustias financieras y desilusionados porque el prometido buen gobierno nunca llegó.
Los fallecidos fueron salpicados con nuestras lágrimas, pero ahora nuestros llantos son para los que hoy imploran mejor calidad de vida sin rendir pleitesías a organizaciones políticas ni a oportunistas disfrazados de redentores.
Lloremos por aquellos considerados piltrafas humanas que estorban a quienes lucran con el dolor, alardean sabidurías insulsas y crearon las lamentables condiciones que minaron de odio el espíritu pacifista que nos caracterizó.
Hoy recordemos a nuestros difuntos y por ellos musitemos oraciones pero también imploremos por los vivos; que anhelando mejores condiciones de vida son repelidos por gendarmes que intentan callarlos por órdenes de quienes amparados en el poder político atizaron el rencor para convertirlo en llamaradas de insatisfacciones.