Antes y después del surgimiento de nuestra nación como república independiente, Panamá ha tenido una histórica relación con los Estados Unidos de América.
Algunos hechos vergonzosos tiñeron las relaciones entre ambos países pero, subsanado el malestar político las relaciones se robustecieron y perfeccionaron por los procedimientos sensatos de dirigentes de ambas naciones.
La República de Panamá, universalmente importante por su estratégica posición geográfica, se despereza de su estancamiento financiero y trata de zafarse de su crucifixión económica.
Para el desarrollo pleno que nos urge, necesitamos aliados para juntos, desarrollar proyectos viables, sin imposiciones ni decisiones arbitrarias que favorecen a unos y demeriten a otros.
Estados Unidos está clasificado como uno de nuestros principales aliados, por lo tanto, debemos afianzar nuestras relaciones con este país fortaleciéndola de tal manera para que no sucumba como consecuencia de errores mal interpretados.
Actualmente en Panamá repican tambores de un proceso electoral para renovará la administración del Estado y, de acuerdo con las encuestas, se observa la inclinación hacia un candidato presidencial que viene arrollador para aplastar con votos a los que intentan frenar su triunfo.
Esperamos que las elecciones no sean malogradas por irregularidades de aquellos que son diestros en distorsionar resultados y se respeta la voluntad popular.
Ante el escenario político latente escuchamos a la embajadora de los Estados Unidos expresar que nos corresponde a los panameños decidir quien será nuestro próximo gobernante y cuyo resultado constituirá la base fundamental de las relaciones entre los dos países.
Anhelamos se respete la voluntad popular en las elecciones del 5 de mayo de 2024 y una vez instalado el próximo presidente de la república, Estados Unidos honre su palabra de trabajar con el gobierno panameño siempre y cuando se respete nuestra soberanía y no intente imponer criterios que no compaginan con nuestra idiosincrasia.