El sistema educativo de la República de Panamá enfrenan una serie de irregularidades que afectan, de una forma u otra, el proceso de aprendizaje.
Panamá cuenta con excelentes maestros que logran clavar la enseñanza en la mente, espíritu y corazón de una juventud que ansía ser excelentes profesionales. Cuando nos referimos al sistema educativo, tenemos que reconocer la honroso labor que realizan los docentes que fue acertado cuando el autor del himno del maestro expresó que “ponen la luz de la vida en el alma de la juventud”.
Pero todo no es perfecto en un sistema cuyos guiadores son buenos pero las condiciones no son las más adecuadas.
Por falta de dinero o escasez de voluntad, algunos centros de enseñanzas son pocilgas llamadas escuelas. Además es difícil que un niño aprenda con el estómago vacío y, para complicar las cosas, el ambiente se enturbia con una acusación sobre agravio emocional que sufre una adolescente participante en la Asamblea Juvenil.
La agresión sexual cuyos hechos no han sido aclarados debe ser investigada porque es intolerable que la maltrecha reputación del sistema educativo sea malograda por acusaciones que podrían ser malintencionados.
Si se comprueba que hubo agresión sexual contra una menor, la ley debe aplicarse enérgicamente contra los responsables de tal forma que sirva de escarmiento a quienes merodean en torno a este tipo de delitos.
La supuesta agresión sexual contra una menor, cuya participación en la Asamblea Legislativa Juvenil demuestra que es excelente estudiante, alerta a la población de inmoralidades en el sistema educativo.
No es la primera vez que se escuchan acusaciones contra educadores depravados cuyas proclividades sexuales atentan contra la honra de jóvenes inocentes y carentes de malicias.