En el ajetreo político que empieza a evolucionar de un lindero a otro de la nación, todos los panameños, de una forma u otra, estaremos involucrados en la elección de los próximos administradores del Estado.
Estamos esperanzados que la campaña electoral no sea malograda por acusaciones u ofensas bochornosas que nos sumerjan en forcejeos físicos y verbales generadores de confrontaciones dolorosas. .
La cartelera presidencial nos muestra diez aspirantes a la primera magistratura de la nación, sin embargo, no extraña que algunos optarán por desistir de sus intenciones para apuntalar esfuerzos de otros candidatos.
Estamos abriendo las primeras compuertas de una actividad política que esperamos sea desarrollada con las características de un pueblo civilizado y no se convierta en un conflicto de ideas o trampolín de oportunistas.
Esta nación ha sido sometida a demasiadas torturas morales y financieras, por lo tanto existe el deseo de abrir las compuertas que nos permitan navegar hacia la prosperidad, sin obstáculo que detengan nuestro avance hacia el desarrollo pleno.
Anhelamos un ambiente donde reine la paz, abunde la alimentación adecuada y deseamos reemplazar el oscurantismo miserable por el esplendor financiero.
Hay diez candidatos presidenciales. Hay diez tendencias e ideas diferentes sobre como gobernar un país tan complejo que, en todos los niveles sociales, se hacen esfuerzos para salir de la miseria moral para ascender hacia los estrados donde predomine la paz, la decencia y el libre albedrío en asuntos políticos.
Dentro de poco, o sea en el mes de septiembre, se definen las alianzas y se despajará el panorama político que determinará parcialmente cual podría ser el final de esta jornada electoral cuyo veredicto final le corresponderá al pueblo que emitirá su sentencia en las urnas.