Un escenario electoral donde aparecen caras nuevas, jamás vistas como militantes políticos, se le presenta a una ciudadanía frustrada, hastiada del comportamiento de aquellos eternos controladores el poder.
Nuevos rostros, candidatos a diferentes cargos, se presentan con intenciones de cambiar a quienes fallaron en el cumplimiento de la misión encomendada.
La oferta electoral es variada.
Aparecen ciudadanos con intenciones de rescatar al poder legislativos de la llamada por la ciudadanía cueva de ineptos.
Otros intentarán sacar de las alcaldías o representación de corregimientos a los arribistas que se aprovechan y despilfarran recursos estatales para perversamente festejar mientras entre menesterosos reina una epidemia conocida como hambre.
Se aproximan unas elecciones que no será un torneo fácil porque hay un pueblo que ansía zafarse de aquellos inútiles que disfrutan de una cómoda y rentable butaca mientras en su entorno la situación es desesperante.
Algunos que sueñan con una fácil reelección tendrán que ingerir la cicuta amarga de la derrota.
Estamos ante un pueblo frustrado, que angustiado por la soberbia de unos y falacias de otros, anhela que abandonen las curules, alcaldías o representación de corregimientos donde fallaron.
Lamentablemente el país está resentido. Hay una ciudadanía ansiosa por destronar aquellos que mintiendo pretenden aferrarse a la sustanciosa planilla estatal.
En la ciudadanía arde el deseo de zafarse de los inútiles que insisten en aparentar ser adalides pero al caerse la caratula demuestran ser unos farsantes.