Es evidente que hay imperfecciones en el sistema judicial y el malestar abriga algunos que ejercen cargos con cierta responsabilidad, togados con pergaminos de abogados, alardeando sapiencias cuando en sus cavidades craneanas albergan afrecho de ignorancias.
En este país, donde nos jactamos de ceñirnos a la decencia y buenas costumbres, hay más abogados que agrónomos, educadores, médicos e ingenieros y muchos alardean ser eminencias jurídicas.
Hay tantos abogados con licenciaturas, doctorados y pomposas maestrías y algunos, en el campo laboral, demuestran más analfabetismo jurídico que sapiencia.
Insólito escuchar que en reciente Programa de Formación Inicial para el Ejercicio de la Abogacía, de 150 participantes solamente nueve aprobaron el examen demostrando que en la preparación universitaria no se está inculcando el oficio con el estilo adecuado y la emisión de abogados se está dando en cantidades industriales.
Panamá no deja de tener buenos abogados, sin embargo, algunas diestros en la manipulación de leyes están sumergidos en actividades reñidas con la moral y las buenas costumbres.
No dejan de existir abogados conformistas limitados a trámites burocracias especialmente en las oficinas públicas.
Y no hablar de aquellos expertos en defensa de delincuentes donde sacan réditos para vivir holgados sabiendo que sus comportamientos con inmorales y reprochables.
En la cartelera de los más de treinta mil abogados que deambulan en este país hay una exageración de abogados que complican los procedimientos jurídicos porque muchos interpretan las leyes a su manera y manipulan el contenido de los códigos para perseguir políticamente especialmente cuando hay interés de apartar del camino a quienes consideran un estorbo para sus intereses.
La ley es dura pero es la ley, dice expresión vapuleada internacionalmente y si queremos erguirnos como nación respetuosa de los preceptos legales tenemos que buscar una fórmula que frene la emisión industrial de abogados que producen las universidades porque muchos con el remoquete de juristas empañan el sagrado nombre de Panamá.