Cada vez que la nación empieza vibrar, ya sea de emoción o de tristeza, emergen una serie de farsantes que intentan auto proclamarse líderes, alegando tener la solución para resolver los problemas que nos agobian financieramente o torturan emocionalmente; además tratan de desacreditar el liderazgo y arrebatar el bastón de mando que unos, por circunstancias naturales, poseen.
Ahora que vibra el timbrazo de la actividad política, empiezan aparecer los farsantes que son arlequines criollos que, a través de charlatanerías y ocultando afanes oportunistas, intentan desvirtuar los anhelos de una nación que trata de salir del pantanoso descrédito internacional.
En la actividad electoral es notorio el caudal monetario que se desplaza de un confín a otro de la nación de aquellos que invierten explorando oportunidades para encaramarse en la carreta del poder político, unos con deseos febriles de patriotismo para tratar de redimir a la nación de sus problemas, mientras otros, con mentalidad de piratas contemporáneos, intentarán saquear el patrimonio financiero del Estado.
Los farsantes empiezan a salir de las letrinas para, aprovechándose de la ocasión, tergiversar hechos, malograr reputaciones, alterar resultados, manipular medios informativos para convertirlos en pasquines criollos manipulados a su antojo para enturbiar el proceso electoral convirtiéndolo en circo pueblerino para que aquellos candidatos, dignos de consideración y respeto, parezcan bufones de esta nación centroamericana que el Sumo Creador premió con una excelente posición geográfica que nos permite disfrutar de la venia que nos prodiga el comercio internacional.
Se están abriendo las compuertas de la actividad política y empiezan a tronar nombres, por lo tanto, si queremos que nuestro Panamá, que supuestamente amamos, no sucumba como consecuencia del desprestigio contenido en el malsano libreto de los farsantes, debemos unir fuerzas para truncar las malas vibras que tratan de crear condiciones inadecuadas para ellos cultivar ventajas, ridiculizarnos como nación y, si lo logran, vanagloriarse de su perversidad.